No es culpa de las protestas

Héctor Yépez Martínez
Guayaquil, Ecuador

No es culpa de las protestas que una asamblea sumisa al presidente y desobediente al pueblo, condene el derecho humano a expresarse en las calles contra el abuso de cualquier gobierno. Es consecuencia de una trinca legislativa que prefiere los beneficios del poder por encima del amplio sentir popular.

No es culpa de las protestas que la inversión y el crecimiento económico se hayan paralizado, ni que el 49% sufra de “empleo inadecuado”. Es consecuencia de un discurso oficialista que sataniza al empresario y emprendedor, que confunde justicia social con estatismo ineficiente y obeso.

No es culpa de las protestas que, luego de más de 77 mil millones de petróleo, 300 mil millones de ingreso total y 30 mil millones de la mayor deuda pública en la historia, todo en menos de nueve años, la Revolución Ciudadana se haya quedado chira. Es consecuencia del despilfarro, el populismo y la corrupción.

No es culpa de las protestas que el gobierno intente raspar la olla con más impuestos en vez de que Rafael se ajuste la Correa y reduzca tanto gasto público innecesario en propaganda, lujos y burocracia. Es consecuencia de una visión mezquina que trabaja por el interés electoral de un partido y la megalomanía de su caudillo, a costa de la prosperidad de la mayoría de la sociedad.

No es culpa de las protestas que hermanos ecuatorianos hoy se enfrenten entre sí. Es consecuencia de casi nueve años de permanente confrontación e insultos con fondos públicos, de manipular las instituciones para que el más fuerte aplaste a los demás.

No es culpa de las protestas que un partido político haya secuestrado la justicia, la asamblea, la contraloría, la fiscalía, las superintendencias, el consejo de participación ciudadana, los medios públicos e incautados de comunicación — todos con minúscula, porque no merecen ninguna distinción especial. Es consecuencia de una visión totalitaria que desprecia los derechos humanos, la separación de poderes y la democracia liberal.

No es culpa de las protestas que hoy se hayan levantado tantos y tantos ecuatorianos, de toda ideología y condición social. Es consecuencia de un régimen que, en su prepotencia, pensó que siempre podría hacer lo que le da la gana, infundiendo miedo a todo el que se cruce en la carretera de su aplanadora política, sean maestros, jubilados, indígenas, periodistas, empleados de telefónicas, sindicalistas, amas de casa, activistas sociales. Es consecuencia de un sistema que, en un monólogo narcisista y autoritario, asfixió todos los canales normales de una democracia y nos ha dejado la calle como única válvula de escape.

No es culpa de las protestas que se les esté acabando la teta. Es consecuencia del tiempo, que todo lo pone en su lugar. Y de la naturaleza humana, que tarde o temprano se rebela contra quienes pretenden, a espaldas del pueblo, eternizarse en las mieles del poder.

Twitter: @hectoryepezm

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