¡El cambio empieza en casa!

Martina Vera

Martina Vera Pérez
Madrid, España

Una realidad incómoda, la que advirtió años atrás el candidato a las primarias demócratas Al Gore, es aquella que hoy toma por las astas el Presidente de EEUU, Barack Obama. Su necesaria e innovadora propuesta integral para combatir los efectos del cambio climático, debe vencer la batalla a la oposición local para ejecutarse. Aún eso no será suficiente para  ganar la guerra al cambio climático, pues es también necesario convencer al mundo de actuar contra una amenaza colectiva. Países como Ecuador ya le han dado la espalda al medio ambiente en el ámbito local y eso no sienta buen precedente para la guerra global. Lo que en casa no se resuelve, jamás se afronta fuera de ella. Los motivos por los que no resolvemos ese dilema ponen pie de plomo a una iniciativa que afecta el futuro de todos.

Se ve y se siente

Ya no es posible ignorar la amenaza del calentamiento global. El Presidente Obama sienta un claro precedente de ello cuando alega que somos la primera generación en sentir sus estragos y la ultima con la oportunidad de combatirlos.

No obstante, el cambio propuesto, no es bien recibido por todos. Obama debe afrontar una álgida oposición interna del tradicionalista Partido Republicano y los intereses financieros del sector carbonero para ejecutar su plan. Si supera ese extenso y arduo debate con éxito, aquel plan debe ejecutarse de manera minuciosa y diferencial en cada Estado, adaptando y actualizando cifras de emisión de forma puntual. Ese reto, lo asume el Presidente, entre otras cosas, porque confía en que los estímulos económicos y ambientales individuales que otorga a cada estado, motivan a acatar la propuesta. A nivel global, ese tipo de incentivos inmediatos hacen falta en países de menos solvencia económica. El nuestro es un ejemplo y sobre todo, uno en el que podemos influir de manera directa.

La ironía de una propuesta sin precedentes

Irónicamente, el segundo contaminante del mundo es el primero en emitir una propuesta real contra el calentamiento global, una amenaza durante años advertida por la comunidad científica e ignorada en pos de intereses lucrativos; en Ecuador se vincula esos intereses con el consumismo estadounidense. Hoy, también se invierten los papeles, irónicamente. Mientras EEUU propone cambiar y mejorar su trato al medio ambiente nosotros, autoproclamados defensores del mismo –léase la Constitución- le damos la espalda y lo hacemos escudados en la necesidad y necedad de satisfacer solvencia económica inmediata.

Ecuador ya le dio la espalda al medio ambiente

Ecuador ya le dio la espalda al medio ambiente. El Jefe de Estado resolvió explotar el Yasuní ITT, zona intangible y de biodiversidad única en el planeta, cuando la comunidad internacional no colaboró con los fondos solicitados para proteger la zona. Ese no fue el único factor tras el fracaso. La dura situación económica que afronta un país dependiente del petróleo, agudizó la sed de liquidez oficialista.

A diferencia de EEUU, en países en pleno desarrollo como el nuestro, las “necesidades básicas inmediatas del pueblo” (tema discutible…) priman; las amenazas globales posteriores se postergan. Aunque comprensible, esa realidad no excusa la negligencia de un liderazgo que pudo recurrir a otras alternativas para proteger el medio ambiente sin quitar el pan de la boca a su gente y no lo hizo. En cambio eligió escudar en a la falta de apoyo internacional, el fracaso de una iniciativa que no contempló estimular el cambio en casa, con incentivos locales reales y suficiente como lo hace Obama. Siendo así, no sorprende que la propuesta para preservar el Yasuní fracasara. Después de todo, el cambio empieza en Casa; luego se comparte. A EEUU ya le llegó el suyo; nosotros aún estamos a la espera del nuestro. El gobierno ecuatoriano impulsa explotar el oro, un metal no indispensable para la vida, mientras sacrifica el oxígeno. La conclusión está demás.

 

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