Un mundo donde Trump es presidente

Martina Vera

Martina Vera
Madrid, España

Sus exabruptos saturan las redes y generaron reacciones jocosas a pesar de que menosprecia a los inmigrantes en EEUU con propuestas vacías y retrógradas. Él y quienes se entretienen con sus intervenciones públicas alegan que, a diferencia de otros candidatos, no depende de la financiación de nadie; dice y hace lo que piensa sin filtro. Sin embargo, lo que inició como una burla momentánea, hoy no genera tanta risa, pues Donald Trump se posiciona como favorito con un 22% de intención de voto en las primarias republicanas y un 45% en las elecciones generales. ¿Se imagina un mundo donde el magnate gobierne?

Un mundo donde ríen pocos

Sí Trump es presidente poco nos reíremos extranjeros y americanos, republicanos y demócratas, derechistas e izquierdistas, ricos y pobres. Sus políticas clasistas, discriminatorias, incoherentes y retrógradas atentan con destruir siglos de aprendizaje que generaron mayor inclusión, equidad y desarrollo dentro y fuera de EEUU. Por si fuera poco, sus propuestas en relación a inmigración, empleo, sanidad e impuestos, son mal estudiadas, genéricas y viscerales.

Propuestas dilapidarias

En su discurso hepático, Trump culpa a los inmigrantes de los males que padecen tanto la economía como la delincuencia en EEUU. Sus enérgicas intervenciones, convincentes para varios, tienen un aire al discurso nazista que atribuyó problemas nacionales a la comunidad judía. Lo demás, es historia. Hoy, Trump propone una reforma migratoria centrada en expulsar a todos los mexicanos y extranjeros que residen ilegalmente en el país, así como a sus hijos nacidos ahí. Esa idea, proviene de un hijo de inmigrante que vive en un país de inmigrantes y no hace hincapié en los medios –en caso de que existan- para deshacerse de 11 millones de indocumentados. Cuando el periodista de Univisión Jorge Ramos le pidió a Trump que detalle la ejecución de este plan, lo expulsaron de la sala.

Al ver a fondo…

Las “políticas migratorias” del magnate no son las únicas que carecen de fondo y detalle. El autodenominado futuro “mejor presidente para la generación de empleo que dios ha creado”, propone estimularlo expulsando a los extranjeros y devolviendo la actividad productiva que estos “se roban” a los estadounidenses. Para ello dificultará la concesión de visas H-1B en las empresas; eso impide que las empresas contraten en función de aptitud, calidad y rendimiento para ser más competitivas. La devolución de trabajos tercerizados a EEUU, también saldría a perdida, pues clama una reestructuración íntegra de empresas impagable; de acuerdo a un estudio de «Global Supply Chain Benchmark Study: An Analysis of Sourcing and Re-structuring Decisions”, eso tiene un costo que trasciende el de mejorar salarios y podría generar pérdidas cuantiosas.

La propuestas de Trump también dan una estocada al estado de bienestar. Promete aniquilar el “Affordable Care Act” que Obama puso en marcha con éxito por un valor menor de lo estimado. Por supuesto, no aclara cómo ni cuándo desmantelar el programa y contener los gastos adyacentes a ello: $353 mil millones. El magnate también quiere eliminar los impuestos estatales y gobernar en función del interés de los grandes capitales. En EEUU, el 99,82% de los estados no pagó impuestos en 2015 -informe del SRI- y por lo tanto, eliminarlos no alivia cargas tributarias estatales, sino que solo beneficiaría al 0,1% de los americanos que acapara el 20% de las riquezas. Por si esto fuera poco, reducir impuestos institucionalizados tendría un coste de 268 mil millones a diez años. Esa pérdida seguramente se traduciría en más recortes a la inversión pública.

La batalla inteligente empieza

Sin duda, un mundo donde gobierne Trump no sería un mundo en el que coexisten otras ideologías o realidades. Su discurso se acomoda hoy, inclusive antes de ostentar el poder, en lo que le conviene a él y no en lo que necesitan EEUU y el mundo. Un Trump en la Casa Blanca sería el principio del fin de todo lo que construimos tras la Segunda Guerra Mundial. Está en manos de los líderes que lo enfrentan, no de los electores que lo escuchan, librar una batalla inteligente en contra suya y aprender de la única cualidad que tiene su terrible enemigo: la franqueza brutal y frescura.

Más relacionadas