De los hipsters, el cereal y la gentrificación

Rhys Davies
Quito, Ecuador

Debo admitir que no soy fan del hipsterismo: las bicicletas, las barbas tupídas y las cervezas artesanales huelen a novelería (¿o tal vez esa mismo es la idea?). Y si vamos al caso, los hipsters tampoco son muy fans de ellos mismos, pues parte de su identidad de subcultura urbana es la negación de su condición. Pero olvidándose de la novelería por el momento, creo que hay que darles mérito también: estos jóvenes, con sus negocios creativos y emprendedores, están estimulando a las economías de los países que todavía están recuperándose de la recesión.

No obstante, ahora a los hipsters se les culpa, injustamente, de ser una de las causas del fenómeno conocido como la gentrificación o el aburguesamiento de algunas ciudades, ya que con sus negocios estrafalarios hacen de lugares comunes y corrientes, sitios más vibrantes y de moda, lo que atrae a la clase media y, supuestamente, desplaza a la gente con menos recursos; lo que causa antipatía en ciertos sectores de la sociedad. Esta situación llegó a un punto crítico la semana pasada con el vandalismo a un negocio hipster en el barrio de Shoreditch en Londres. Cereal Killers Café (un café que vende cereales importados de todo el mundo a precios bastante elevados) fue atacado por un grupo anarquista londinense poniendo nuevamente en tela de juicio el tema de la gentrificación de las ciudades.

La gentrificación, un anglicismo y una mala palabra en todos los círculos marxistas, alude a la compra de casas o a la inversión comercial en barrios pobres, y muchas veces, deteriorados y abandonados, por parte de los ricos, con la idea de revitalizar totalmente la zona. Este fenómeno se está dando en todas las grandes ciudades como Londres, Nueva York y Madrid. Los detractores de la gentrificación la consideran como una especie de colonialismo urbano y, como la definió el geógrafo urbano Tom Slater, “la expresión espacial de la desigualdad económica.”

La crítica por parte de los activistas urbanos es que la gentrificación atrae a gente de la clase media y alta a estos barrios regenerados, lo cual incrementa los costos en arriendos, viviendas, servicios, tiendas y cafeterías para los habitantes originales, provocando el desplazamiento de la gente de bajos recursos hacia barrios menos caros de la ciudad y convirtiendo a los barrios gentrificados en lugares estériles y genéricos que, poco a poco, pierden su identidad y cultura. En pocas palabras, es algo contra lo cual se debe proteger a las ciudades.

Sin embargo, esta visión neocolonialista de la renovación urbana, como una forma de guerra de clases, es simple miopía. Pese a que, evidentemente, hay desventajas, considero que la gentrificación es positiva y la inversión en barrios decadentes crea beneficios y oportunidades para una gran mayoría. Un barrio caminable y seguro, con buenos colegios, espacios públicos de calidad, nuevos empleos y una gran oferta de servicios es bueno para todos, no solo para “los invasores de clase media.”

Hay estudios que muestran, inclusive, que la renovación de los barrios también persuade a los habitantes originales a quedarse, pese al alza en los precios de sus arriendos, y que el desplazamiento es inclusive mínimo. De hecho, hay más desplazamiento voluntario en los barrios donde la gentrificación no ha llegado todavía que en donde ya ha llegado. Y es que a la gente le interesa no sólo el precio de las cosas pero también la calidad de vida. Adicionalmente, la gentrificación también estimula a que los barrios sean socialmente y económicamente más diversos por la llegada de nuevas personas y la permanencia de los residentes originales. Al final, todos, no solo los adinerados, quieren vivir en un lugar cómodo y seguro.

El proceso de evolución de las ciudades también es constante. Piensen solamente en los cambios ocasionados por la revolución industrial, la llegada de los inmigrantes a Nueva York o la bancarrota de Detroit. Las ciudades y sus demografías cambian y la gentrificación es simplemente un elemento de este proceso natural de cambio. La llegada de los hipsters y la gentrificación no es malo. Están deteniendo el declive de barrios de muchas ciudades que han sido abandonados durante décadas y que, sin la gentrificación, seguirían igual. Si los hipsters también contribuyen a que las ciudades mejoren y no se resignen al estancamiento, puedo aguantar hasta sus más extrañas novelerías. Y tal vez los vándalos del barrio de Shoreditch y Cereal Killer Cafe en Londres deberían hacer lo mismo. De hecho, les haría bien un tazón gigante de Corn Flakes con leche de soya orgánica.

@rhysjd84

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