No todo refugiado es terrorista

Martina Rapido Ragozzino
Quito, Ecuador

Todo el mundo sigue conmocionado por los ataques que se dieron en la Ville Lumière. Los testimonios, los videos, las fotos, todo lo que los medios nos han proporcionado han permitido que el mundo se una en una enorme campaña de solidaridad con el pueblo francés. Y es que, después de 10 meses del ataque al periódico satírico Charlie Hebdo, París ha visto alterada su paz nuevamente. Los terroristas han procurado recordar a los parisinos que no pueden bajar la guardia, que no pueden considerar que la tormenta ha terminado.

Los ataques en París ponen en evidencia como el Estado Islámico está sembrando terror en todo el mundo. Muchas personas han decidido tachar de hipócritas a quienes se solidarizaron con Francia dado que no lo han hecho por Siria, por Líbano, por el medio oriente en general. Es cierto e innegable que Siria sufre a diario lo que sucedió en París y que en Beirut el atentado provocó un gran número de víctimas también, pero ¿es realmente hipócrita solidarizarse con Francia?

Yo creo que el impacto ocasionado por el atentado en París va más allá de una hipocresía hacia los demás países. La gente se solidarizó con Francia porque la siente más cercana a su realidad, ya que -de forma errónea- se ha acostumbrado a los ataques terroristas en medio oriente, pero no a los ataques en Europa. Sobre todo, considero que la gente se solidarizó con la capital francesa porque estos ataques ponen en evidencia la clara expansión del Estado Islámico y como este quiere sembrar terror no sólo en los países de medio oriente sino en todo el mundo. Por triste que suene, tuvieron que ocurrir los ataques en París para que la gente abra los ojos y considere necesario hacer frente a los grupos extremistas islámicos que ya desde hace unos años vienen sembrando terror en los países de oriente medio.

Los atentados en la Ville Lumière han reabierto el debate respecto a las políticas de fronteras abiertas y el rol de la Unión Europea respecto a la fuerte crisis de refugiados que desde hace algún tiempo preocupa a las autoridades del mundo entero. Los terroristas no solo se han encargado de sembrar terror sino también de sembrar odio, odio hacia los refugiados que su única culpa es compartir el mismo país, cultura o identidad religiosa de quienes provocan estos atentados.

Los refugiados viven en sus países lo mismo que vivió París aquella noche pero todos los días y a toda hora. La mayoría de ellos huyen para no ser asesinados en un ataque terrorista, para que sus hijos puedan crecer en paz y para no tener que despertar todas las mañanas con el temor de que ese puede ser su último día de vida. Los refugiados han pagado los platos rotos de los terroristas dentro y fuera de su territorio de origen. En su país de origen el terror infundido por los terroristas les ha arrebatado todo y en el extranjero “gracias” a los terroristas han sido estigmatizados y rechazados.

Brindar refugio a las personas de esos países con los que “nos hemos portado hipócritas” es hacer frente a la crisis humanitaria, es decir a los terroristas que hagan lo que hagan seguirán existiendo personas de buen corazón, listas a dejar de lado religión y cultura y ayudar a quienes lo necesitan.

En una situación tan grave como la que medio oriente –y ahora el mundo– está enfrentando no se puede caer en generalizaciones, no se puede responder al odio con más odio. Los ataques de París no tienen porque cambiar la política de acogida a refugiados –aunque si deberán realizarse más controles. Así como los latinos exigen no ser categorizados como narcos, los refugiados de medio oriente no pueden ser categorizados como terroristas. Recordemos que no todo refugiado es un terrorista, como no todo terrorista es de medio oriente y no todo musulmán es extremista. El error de uno no puede atribuirse a un grupo entero de personas, entre ellos mujeres y niños, que huyen de los horrores de la guerra.

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