Terror interminable

Hernán Pérez Loose
Guayaquil, Ecuador

Miércoles, cinco de noviembre. París amanece con la noticia del fallecimiento de André Glucksmann, un intelectual y escritor muy querido y respetado en Francia. La televisión da amplia cobertura al hecho y dedica tiempo a su obra y vida. Después de todo, esta nación toma muy en serio a los filósofos. Glucksmann fue uno de los intelectuales que participaron activamente durante las revueltas de mayo 1968, y ganó prominencia años más tarde por unirse al movimiento de los “nuevos filósofos” (nouveaux philosophes); un grupo de pensadores que, a pesar de sus raíces marxistas, no tuvieron temor de romper con ellas y con la izquierda francesa. Un giro originado en las semillas totalitarias y en prácticas antidemocráticas que encontraron tanto en las unas como en la otra.

La prensa francesa recordaba la pasión con la que Glucksmann había defendido la libertad y su prominente activismo. Con motivo del ataque a las torres gemelas, Glucksmann publicó años atrás Dostoievski en Manhattan (Edit. Taurus), un interesante libro donde el autor argumenta que el terrorismo moderno, incluyendo el terrorismo inspirado en una visión distorsionada del islam, más que religioso, e inclusive más que político, es un terrorismo nihilista. El pensador francés conectaba al terrorismo de hoy con aquel terrorismo de hace un siglo, que no parecía interesado en alcanzar objetivos políticos concretos sino más bien expresar un mensaje de venganza existencial; una suerte de “yo mato, luego existo”. Una actitud que fuera explorada tan magistralmente por Dostoievski en sus novelas, y de allí el título de la obra.

No había pasado ni un día desde el funeral de Glucksmann, cuando a pocas cuadras de donde fueron enterrados sus restos, habría de ocurrir la peor masacre que se haya registrado en los últimos tiempos en París. Como bien observa Gopnik, el comunicado del así llamado Estado Islámico de Siria e Iraq, en el que se habla de París como la “capital de la obscenidad…”, y de las víctimas como “cruzados…”, parecía confirmar que, en efecto, Francia, y con ella el resto de la humanidad, enfrenta hoy una forma de nihilismo apocalíptico, propio de las guerras religiosas del medioevo, que rebasa por completo las experiencias que han vivido naciones como Israel, Colombia o España con grupos terroristas. Se trata ahora de matar despiadadamente, y hacerlo a gran escala, pero como una suerte de revancha a la modernidad.

Los sucesos en París no son sino los últimos de esta barbarie nihilista. Días atrás un atentado cegaba la vida de inocentes en Ankara, y otro en Beirut, a los que hay que sumar el atentado contra los pasajeros del avión ruso en El Cairo. Cada vez se trata de acciones más y más sofisticadas, que demandan organización, dinero y sobre todo un ciego fanatismo.

Probablemente la frase que gustaba decir a Glucksmann “No puedo decirte a favor de qué estés. Pero sí sé en contra de lo que hay que estar”, ayude a Francia y al resto del mundo a enfrentar este terror que parece interminable. (O)

* El texto de Hernán Pérez ha sido publicado originalmente en El Universo.

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