Nadie es pobre porque otro sea próspero

La Cámara de Industrias de Guayaquil se fundó en el año 1936, cuando el país atravesaba una situación económica muy difícil, así como momentos políticos inestables. En uno de varios interinazgos de la época, para ese año estaba en el poder Federico Páez.

Páez, que gobernaba como Jefe Supremo, convocó mediante decreto a los representantes de las nacientes industrias, a conformar Cámaras, con el fin de contar con interlocutores institucionales, que desde su experiencia empresarial pudieran formular propuestas para superar la difícil situación.

Estamos convencidos que tanto Páez como nuestros fundadores estuvieran hoy, 79 años después, satisfechos y orgullosos con lo que la Cámara de Industrias de Guayaquil representa. Esto es lo que suman nuestros afiliados:

— ventas superiores a US $ 14.200 millones (13% de la economía no petrolera)
— Más de 80,000 puestos de trabajo directos (el 22% del empleo manufacturero nacional)
— pagos de impuesto a la renta por US $ 1.100 millones (el 25% del total recaudado a nivel nacional en 2014); y,
— comercio exterior por US $ 4.100 millones.

Sobre todo en estas contundentes cifras radica nuestra legitimidad para opinar sobre todos los aspectos institucionales del país.

Y por opinar sobre temas de interés nacional, muchas veces intentan descalificarnos desde el poder llamándonos “actores políticos”. Como que si la actividad empresarial se desempeñara en un vacío. Como que si la creación del empleo que tanto necesitan nuestros compatriotas no se viera disminuida por la constante agresión y cambios a las reglas del juego, por el discurso hostil de lucha de clases, o por la falta de una mínima independencia de poderes, sobre todo del judicial. Como que el optimismo y empuje de los ecuatorianos no se lesionara gravemente con la amenaza de destruir el sueño de dejar a sus descendientes la gran mayoría del fruto de su trabajo.

Esto nos lleva a las empresas familiares… hablemos de ellas por un momento.

Para empezar, la totalidad de las industrias fundadoras de nuestra querida Cámara eran empresas familiares. Hoy, en Ecuador, el 95% de las empresas lo son. De ellas, solo el 22% son de tercera generación y apenas un 2% lo son de cuarta. Queda claro que el tiempo mismo se encarga de que haya una movilidad de propiedad en las empresas, quedando así destruido el mito de que hay que taxar severamente las herencias para evitar la “perpetuación de los bienes de producción en pocas manos”. Basta mirar a nuestro alrededor en la ciudad y en el país para darnos cuenta que el tejido empresarial es mucho más basto y diverso de lo que era hace apenas 15 o 20 años. Y en buena hora que así sea. Pero no, la obsesión es la de despojar del fruto de su trabajo a las personas que con esfuerzo, y que con la motivación de dejárselo a sus descendientes, han generado. Esto solo puede explicarse desde un sesgado dogmatismo que idealiza la igualdad, aunque ésta sea «hacia abajo». O será que so pretexto de alcanzar esa igualdad, se busque colocarle al país el famoso letrero de la Granja de Animales, la novela de Orwell:

TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES,
PERO ALGUNOS ANIMALES
SON MÁS IGUALES QUE OTROS

«Cuna de Oro», nos dicen…

¿Nació, por ejemplo, nuestro homenajeado de hoy, Werner Moeller, en cuna de oro? O pasó por la pobreza y el hambre más crudas en la Alemania de la post-guerra? Todos sabemos que se trata de lo segundo, pero con mucho esfuerzo, y habiendo generado bienestar para miles de personas, lo tenemos hoy aquí en ese puesto tan admirable. El Ecuador es sin duda un mejor lugar por personas como Werner, que en vez de resentirse y envidiar, se dedicaron a trabajar y a crear.

Que hay que redistribuir la riqueza… veamos…

El sector empresarial es el más interesado en que toda la población tenga los mejores niveles de vida posibles. Hasta por conveniencia propia, una población con alto poder adquisitivo significaría altos volúmenes de ventas y márgenes para nuestros negocios. También nos beneficiaríamos de la seguridad y paz social que derivan de un país rico.

Nadie es pobre porque alguien es próspero. No existe causa – efecto en esa relación. Por el contrario, cuando alguien (cumpliendo todas las leyes y pagando todos los impuestos) ha alcanzado un patrimonio importante, inevitablemente ha mejorado las condiciones de vida de muchas personas.

Esto lo he visto y palpado, como lo han hecho todos ustedes industriales y empresarios que han sido testigos de la superación de sus trabajadores y sobre todo de los hijos de ellos. He visto a obreros, choferes y mecánicos que, cuidando su trabajo, hicieron de sus hijos doctores, arquitectos, consultores, auditores, y empresarios de primer nivel, no solo en el Ecuador sino en países del primer mundo. Esto demuestra que el mejor programa social es un empleo productivo.

Revisemos como está el empleo en el país.

De manera estructural, la situación de empleo en el país no ha mejorado. La mitad de la población no puede acceder a un empleo adecuado. ¡¡La mitad!! Acordémonos además de lo sucedido hace un año en Guayaquil y hace pocas semanas en Quito. Los casos son muy similares. Las instituciones responsables del tránsito de las 2 ciudades tenían vacantes para aproximadamente 500 personas. Cada entidad recibió más de 15 mil solicitudes, y ahí dejaron de receptarlas. Ustedes aquí presentes lo saben muy bien, pues hemos comentado personalmente con muchos el desborde de aplicantes que se produce cuando sus empresas abren una plaza de trabajo. Esa es la situación de empleo en el país. Esa es la consecuencia de políticas y discurso contra la creación de un buen clima de negocios, de no asegurar mercados internacionales importantes para nuestras exportaciones, de poner impuestos nuevos aproximadamente cada 9 meses, y de eliminar toda forma de flexibilidad laboral. Nadie está sugiriendo que haya trabajo en condiciones menos que dignas, pero el resultado de esta alta rigidez es que hoy el empresario tiene mucho cuidado de contratar a más gente. Se hace también difícil crear y sostener nuevas empresas, que por su naturaleza tienen una alta rotación de personal. La factura de las políticas que disminuyen la actividad económica recae justamente en aquellos que se pregona proteger, de los más necesitados de una fuente digna y formal de empleo.

Hablemos del clima de negocios del país.

Según el Doing Business 2016, (del Banco Mundial), entre 189 países del mundo, Ecuador ocupa el puesto 117 en facilidad para hacer negocios.

Mientras Perú y Colombia, para no ir muy lejos, se ubicaron en los lugares 50 y 54, respectivamente, nosotros ocupamos el puesto 117; es un océano de diferencia.

Sumémosle a esas mediciones técnicas, lo que todos palpamos. El ambiente de descalificación y de confrontación que vive al país hace años, acentuado últimamente, no contribuye en nada para que haya un buen ambiente, ni de negocios ni de nada.

Como decía Churchill, «Las críticas pueden no ser agradables, pero son necesarias. Cumplen la misma función que el dolor en el cuerpo humano. Llaman la atención sobre un insaluble estado de las cosas». Aquí se mezcla la discrepancia con el antagonismo. Se descalifica al que piensa distinto. Pero nunca se oye un ataque para alguien que aplaude. Luego de la descalificación, vienen las embestidas a la reputación institucional y personal. Y si todo eso es insuficiente, se ordena (los sábados) a las entidades más temidas del estado, y muchas veces a las cortes, para que actúen contra el objetivo. Toda opinión contraria, y más aún si ésta tiene sustento, debe ser callada ejemplarmente. Así no tendremos nunca un buen clima de negocios. Consecuentemente, no llegarán ni la inversión ni el empleo en los niveles necesarios.

La Cámara de Industrias de Guayaquil a lo largo de sus 79 años ha expuesto el punto de vista del sector industrial y empresarial, esforzándose por hacerlo de manera técnica, sustentada y propositiva. Si bien lo hemos hecho con firmeza, no hemos apelado a los ataques o descalificaciones personales. Con excepción de las leyes de herencia y plusvalía – sobre las cuales no hay ni por dónde empezar a conversar – nos hemos hecho presentes con propuestas y sugerencias técnicas en todos los temas de la agenda productiva nacional. Hemos expuesto de manera frontal y clara nuestra visión tanto a las autoridades – incluido al mismo Sr. Presidente de la República – como a los distintos medios de comunicación. Nunca, no importan las amenazas, dejaremos de transmitir nuestra opinión, con el único objetivo de lograr un Ecuador productivo, un Ecuador próspero, un Ecuador con empleo, un Ecuador sin miedo, un Ecuador con reales oportunidades. Ese es el Ecuador que yo quiero, y por eso nunca, nunca, dejaremos de opinar.

El ambiente que el país requiere, es uno de libertad y tolerancia. Y dentro de eso, estamos convencidos que la libertad de expresión juega un rol vital. Es por esa razón que hoy hemos condecorado con la presea EL PATRIOTA DE GUAYAQUIL a tres valientes medios orgullosamente guayaquileños, y afiliados a esta cámara: EL UNIVERSO, EXPRESO y Revista VISTAZO. Un fuerte aplauso para ellos.

Estamos convencidos que el Ecuador necesita que todos los que lo conformamos, desempeños bien nuestros roles. No somos fanáticos, y sabemos que el sector privado, aisladamente, no puede lograr su cometido. Entendemos que las regulaciones y controles son indispensables para el buen desarrollo empresarial. Como nos dijo Mons. Arregui cuando con Caterina lo visitamos hace pocos días, el reciente episodio de una famosa firma automotriz alemana nos recuerda que las empresas tampoco estamos libres de pecado original. Y que debemos ser reguladas y asimismo sancionadas rigurosamente cuando alguna, por obtener retornos rápidos o fáciles, pierde el compás moral y legal.

En esa línea, ratificamos nuestro rechazo a toda forma de actuación contra la ley por parte de cualquier empresa o empresario. Si hay casos de evasión, corrupción, o en general de violaciones legales, esta cámara no será ningún obstáculo para que se sancione.

Asimismo somos conscientes que los impuestos, en su justa medida, son indispensables para un país. Es nuestra obligación pagarlos puntualmente, y como cámara apoyaremos iniciativas que eliminen la evasión. Nuestras críticas y advertencias en materia tributaria han apuntado principalmente a los constantes cambios y creaciones de impuestos, y lo costoso que resulta para las empresas administrarlos. Van 10 reformas tributarias en apenas 8 años. Si bien, y hay que reconocerlo, hubo disminuciones como el del Impuesto a la Renta en 3 puntos (cosa que no es menor), y al inicio del gobierno se eliminaron los nocivos aranceles a materias primas y bienes de capital (algunos de estos últimos lamentablemente han vuelto a ponerse), en el balance vemos que se han creado muchos y onerosos impuestos, que de paso no los encontramos en el cálculo de la famosa «presión tributaria». Algunos de ellos son verdaderas perlas. Ejemplos: el impuesto mínimo (por el oxígeno que se respira, so pretexto de evasión generalizada), el impuesto a la salida de divisas (con su perverso efecto en la entrada de las mismas), las salvaguardias, o, (mi favorito), el enmascarado impuesto que en realidad significa el límite de deductibilidad de 4% y 0% en gastos de publicidad y promoción. Este último revela además el sentir del sector público actual (de hecho así nos lo han dicho, aunque con otras palabras) de que la publicidad es el arma con que los empresarios confundimos (por no decir «engañamos») a los consumidores; cómo se puede pedir innovación a las empresas, si es sumamente cara la comunicación de la innovación? También está el nuevo y exagerado impuesto por las ganancias de capital en la venta ocasional de acciones. Mientras los vecinos tienen esas tasas en el 5% o máximo 10%, Ecuador decidió ponerlo (en la práctica) en 35%, convirtiéndonos de lejos en el país con más alta tasa en el mundo. Con esto, lo que ha sucedido mis queridos amigos es una pérdida de valor muy fuerte de todas las empresas, pues se vuelve muy difícil una compraventa. Y saben lo que le pasa al valor de algo que no se puede vender? Ustedes lo saben muy bien.

Y no solo se crean impuestos, sino que también se intenta resucitarlos. Me refiero el impuesto del 2 x mil, o el impuesto Zombie como bien lo bautizó Pablo Arosemena de la CCG. Ese impuesto fue derogado expresamente el año pasado. Pero ahora se lo intenta resucitar, de una de las formas más ilegales y abusivas que se haya visto, perjudicando así exclusivamente a Guayaquil y a su competitividad. Qué vergüenza para quienes estuvieron detrás de esta oscura historia, muchos de ellos disque guayaquileños. La ciudad los juzgará. Pero les tengo a ellos una noticia: el impuesto está derogado, y las empresas tienen derecho a hacerse respetar.

Y la verdad no sé en qué categoría clasificar a las famosas brechas salariales. ¿Laboral, tributaria? ¿Ideológica? Creo que esta norma, inédita en el mundo, es simplemente incoherente, y será contraproducente. Por ejemplo, ¿para qué se esfuerza el estado en educar a miles de ecuatorianos en las mejores universidades del mundo, si ellos se verán desmotivados de regresar a un país donde sus posibilidades salariales tienen ya un techo determinado por ley? Con las brechas, otra vez nos encontramos con el concepto de igualdad hacia abajo.

Pero lo más agresivo en impuestos, hablando de igualdad hacia abajo, estaba aún por venir en este 2015, y cobró la forma de los proyectos llamados de herencia y plusvalía. El verdadero daño de estas iniciativas está en la tasa de 77.5% con que se concibieron, pues con ella se reveló una verdadera vocación confiscatoria. Todos los posteriores retrocesos en tasas y deducciones solo fueron producto de las circunstancias políticas. El daño ya está hecho.

En materia productiva, el rol del Estado debe ser el darnos la famosa competitividad sistémica. No se puede ignorar la infraestructura creada en vialidad sobre todo, como tampoco avances en educación y salud pública. Si bien esos factores deberían mejorar la competitividad, lo que más pesa en esta materia son los costos. Y los costos del Ecuador han subido, y mucho.

El cuadro que podemos apreciar, muestra la diferencia – repito, la DIFERENCIA – de inflación entre el Ecuador y los EEUU entre diciembre del 2006 y septiembre del 2015. A pesar de compartir los dos países la misma moneda, vemos que en el período señalado nos encarecimos 24% con respecto a los EEUU. ¡24%! No es entonces el dólar lo que nos ha hecho caros. Entonces qué es. ¿Será que estamos inundados de impuestos, como los que mencioné antes? ¿Será que encarecer las importaciones con salvaguardias y todo tipo de sobrecostos tiene un alto impacto? ¿Será que ya estamos sintiendo en nuestros costos el precio de mantener a un Estado tan grande? ¿Será que, aunque reconocemos que en algún momento era justa una nivelación salarial, se ha abusado de los réditos políticos que da el incrementar anualmente los salarios (en promedio) en más del doble que la inflación?

¡Y en ese claro marco de pérdida de competitividad, a la industria ahora se le subieron los combustibles, y se le subirá el agua y la energía eléctrica! Esta última nos resulta incomprensible, ante la supuesta proximidad de entrada en operación de importantísimas obras de generación barata. Lejos de ser un retiro de prebendas o subsidios para la industria, creemos que la subida de combustibles apunta a que sea el sector privado quien subvencione la ineficiencia de empresas estatales. De cualquier forma, los resultados de estos incrementos en costos serán menos competitividad, menos ingreso de divisas al país por disminución de exportaciones, precios más altos para los consumidores, y quien sabe hasta pérdida de divisas por mejores precios de productos importados.

Hablemos ahora de inversiones, tanto nacionales como extranjeras.

En este año tan surreal que atravesamos, hemos llegado a escuchar cuestionamientos de cuál inversión extranjera es buena o es mala. Vemos que para algunos, las inversiones son meras cuentas de capital, una suma y resta del dinero que entra y que sale. Quienes vivimos las empresas, y todo aquel que las comprende, sabemos que las inversiones y las empresas son mucho más que eso. El inversionista moderno, lejos de contar cuánto dinero paga versus cuánto dinero extrae de una inversión, se fija en el VALOR de su inversión a través del tiempo. Para que ese valor suba, necesariamente tendrá que hacer inversiones que hagan ese negocio más grande, y eso a su vez genera más desarrollo, empleo y riqueza. ¿O acaso, y permítanme mencionar algunas empresas internacionales afiliadas a esta Cámara, Nestlé, Holcim, Saab Miller, Coca Cola, no han invertido decenas de millones anuales en el Ecuador? Yo soy de los ecuatorianos que sí agradece su confianza!

Para atraer inversiones, lo primero que hay que hacer es valorarlas, y respetar a los inversionistas que ya están en el país. No existe actualmente un respeto a la inversión, ni nacional ni extranjera. Se negocian precios de concesión para las telefónicas, y luego de manera camuflada se los sube drásticamente mediante una reforma a otra ley. Se convence a las empresas de línea blanca para que inviertan en la producción de cocinas de inducción, y luego el mismo estado les compite regalando cocinas importadas desde China, y de paso no les paga lo poco que sí les compra. Invocando a la soberanía, se cambian las condiciones en que se asentaron el país inversiones en energía e hidrocarburos. No señores, hoy no hay respeto ni valoración de las inversiones. Y de esa forma, éstas seguirán llegando en cantidades muy inferiores a las que el país requiere. Solo en materia de inversión extranjera, tenemos espacio para cuadripicarlas, para recién igualar a nuestros vecinos en IED con respecto a nuestro PIB. ¡Convenzámonos de una vez por todas como país, que inversión es igual a empleo!

Asimismo, olvidémonos de que la política productiva o industrial del país consiste en identificar y promover sectores “ganadores” y «perdedores». En cambio, ésta debe enfocarse en dar las condiciones para que el emprendedor y empresario se puedan desempeñar de la mejor forma en el área que escoja. Sepan ustedes que en los años 50 los «estudios sectoriales ganadores» del Japón excluían expresamente a la industria automotriz. Decían que jamás podrían competir con los poderosos fabricantes de carros de los EEUU; ustedes conocen el resto de la historia… El mensaje es que nada reemplazará al olfato, conocimiento, e instinto de los emprendedores. No nos dirijan, no obstaculicen el comercio exterior, no se inventen timbres de ningún tipo. Dennos costos competitivos, un marco tributario y normativo razonables y estables, un esquema de clara protección a la propiedad intelectual, mantengan el estado en un tamaño razonable, dennos seguridad, y ciudadanos debidamente formados. Como decía Juan Bautista Alberdi: «En efecto, ¿quién hace la riqueza? ¿Es la riqueza obra del gobierno? ¿Se decreta la riqueza? El gobierno tiene el poder de estorbar o ayudar a su producción, pero no es obra suya la creación de la riqueza». Termino cita. En resumen, dennos REGLAS CLARAS, y nosotros y nuestros colaboradores pondremos el resto.

No se consiguen inversiones por ley, ya que la confianza no se decreta, se construye. Con el fin de comenzar a reconstruirla, en medio de esta difícil situación, en su momento recomendamos a las autoridades que den señales claras de que desde ahora hasta el fin del 2016 no tendremos más cambios tributarios ni laborales. La respuesta fue negativa, pública (y sabatina), afirmando que habrá tantos cambios normativos como hagan falta para conseguir la equidad y redistribución de riqueza que se necesita. Está dicho todo.

La Cámara de Industrias de Guayaquil renueva hoy su espíritu propositivo y constructivo. Hacemos nuevamente un llamado para dejar la confrontación y la descalificación, dando paso al respeto y sobre todo a la construcción de una agenda productiva nacional que, alejada de ideologías, construya el Ecuador con desarrollo y empleo que tanto necesitamos. Esa ha sido la misión de esta cámara por 79 años, y la será por mínimo 79 más. Nuestro horizonte de tiempo y de compromiso con el país es muy superior al de cualquier gobierno o sistema de turno. Nuestro compromiso es con la estabilidad económica, con la dolarización, con el desarrollo, y con el empleo.

Muchas gracias

* Discurso del Presidente de la Cámara de Industrias de Guayaquil, Francisco Alarcón Alcívar, en la Sesión Solemne por el Aniversario 96 de la institución, pronunciado el 23 de noviembre de 2015, en Guayaquil.

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