Jorge Glas Espinel, o la venganza de los Sith

A Glas le molestó que el día en que se abrió la rehabilitada refinería de Esmeraldas, un diario de distribución nacional como es El Universo informara en su principal titular algo tan banal y poco importante como el estreno de Star Wars, en lugar de decirle al pueblo ecuatoriano los logros del gobierno de la revolución ciudadana. Hay mucha tela que cortar respecto de la refinería de Esmeraldas, sin embargo, en esta ocasión hablaré de un tema que para el régimen es más light: la saga de Star Wars.

Son muy significativas las palabras de Glas y ponen en perspectiva, en muchos sentidos, el argumento que George Lucas diseñó hace más de treinta años para una de las sagas más amadas en la historia del cine. ¿Cuán infeliz tiene que ser una persona para que le moleste un titular sobre Star Wars? ¿Cuán arrogante debe ser un funcionario público para pensar que él puede decidir qué titulares son más importantes que otros?

El argumento de Star Wars es fabuloso: hace muchos años, en una galaxia muy muy lejana, había una república gobernada por un senado y protegida por la orden de los Jedi, una suerte de samuráis que mantenían vigentes las libertades públicas, la justicia y la institucionalidad del sistema. La democracia había sido instituida hace mil años, luego de la derrota de los Sith: poderosos guerreros del lado oscuro de la fuerza.

Palpatine, primero senador y luego canciller de la República (jefe de gobierno), puso en marcha una conspiración criminal para, por medio de sus engaños (la propaganda) y de la psicología de masas derribar oculta y lentamente los cimientos de la democracia republicana y convertirse en emperador. Palpatine era un maestro Sith.

Luego del golpe de Estado contra la República, una suerte de 30-S intergaláctico, los Jedi fueron exterminados y su líder, el maestro Yoda, partió al exilio. Pronto se instituyó la dictadura, el horror del pensamiento único, el culto a la personalidad del emperador Palpatine y de su mano derecha Darth Vader, y la brutal persecución a la disidencia. La Alianza Rebelde, en la que se agrupó la oposición al emperador, era una suerte de guerrilla armada que luchaba por la restauración de la República.

Pocas historias de ficción han logrado, de forma tan descarnadamente precisa, enseñarnos sobre la condición humana: la disyuntiva entre el bien y el mal como una lucha interna del individuo, la ambición de poder como catalizador  de la política pura y dura, la crueldad y el egoísmo que llevamos dentro y, sobre todo, esa inentendible y generosa capacidad que tenemos los humanos de resistir al horror y sobrevivir a las épocas más negras de la historia.

La saga de Star Wars, sin duda, constituye un seminario intensivo de política internacional, una enciclopedia sobre la teoría del autoritarismo y, principalmente, una experiencia moral. Todos hemos aprendido de Star Wars y de sus entrañables personajes: la sabiduría de Yoda, la valentía de Obi-Wan Kenobi, el humor irónico del droide C-3PO, la claridad visionaria de Leia, la lealtad de Chubaca o la seguridad y confianza de Han Solo.

A Glas le molesta que veamos películas de ciencia ficción como Star Wars porque con ellas aprendemos a desnudar la retórica engañosa del poder y sus ambiciosas intenciones. Él, que no entiende de sagas galácticas y a quien se ha acusado de ser un visitante del Rincón del Vago, no sabe que la ciencia ficción ofrece el más alto e intenso nivel de extrañamiento: una catarsis que en medio de mundos imaginados nos permite comprender a fondo la naturaleza humana, en la dimensión más extensa de sus generosidades y sus miserias.

Glas, que ignora el universo creado por George Lucas, se siente indignado ante el hecho de que la prensa independiente hable de Star Wars y agradece a la prensa gobiernista por informar sus obras e ignorar en la primera plana el estreno de ‘El despertar de la fuerza’: la película que cuenta la historia de cómo un minúsculo grupo de hombres y mujeres resisten la opresión totalitaria y la dictadura con valor y profunda convicción política y libertaria.

Yoda, en el episodio I, dice: “Siempre dos ha de haber, ni menos ni más, un maestro y un aprendiz”. El anciano y sabio Jedi hace, en realidad, alusión a la continuidad de la vida y quizá a la relación filial, que es fundamental en la saga. Anakin Skywalker, que luego se convierte en el malvado Darth Vader, es el padre de Luke y Leia, los guerreros que desmontan el sistema autoritario impuesto por el emperador Palpatine y restauran las libertades públicas. Es decir, derriban el sistema opresor que levantó su padre y le dan un sentido cíclico al paso del tiempo.

Desde que comenzó el correismo, Star Wars y sus reflexiones morales han cobrado ardiente vigencia. Los Sith llegaron al poder para instituir su imperio autoritario con la promesa de cambios y nuevos vientos. Su orfandad moral, y la carencia de referentes filiales sólidos, les lanzó al deseo incontrolable de alcanzar el poder y perpetuarse en él para realizar sus vidas. Ah, los Sith, vivían desesperados en su soledad… Por eso, hoy se oponen a que celebremos Star Wars. Lo que no sabe el vicepresidente Glas, padawan y delfín del emperador, es que en ‘El retorno del Jedi’ ya nos dijeron lo que pasa con los autoritarismos: son derribados.

Star Wars vivirá en la memoria de la humanidad mucho más que el grupo de fanáticos que administra populistamente su gobierno autoritario. La última sabatinada no fue sino una caricatura de su propio final. Es decir, sólo hay una palabra para describir aquello en lo que Jorge Glas Espinel se ha convertido: es el nuevo ‘spoiler’ de la saga. (O)

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