La nueva realidad del mercado petrolero y la antigua terquedad de la Revolución Ciudadana

En un tablero en el que las jugadas eran de por sí tensas, el dramático recrudecimiento de los roces entre Arabia Saudita e Irán no ha hecho más que agravar la situación. El pasado 2 de enero, Arabia Saudita ejecutó al clérigo chiita Nimr Baqir-al-Nimr, un abierto crítico de la familia real saudí. Su ejecución provocó una crisis regional que, entre otras consecuencias, produjo la condena de Irán; la violencia contra diplomáticos saudíes en Irán; y una ruptura repentina de las relaciones entre el Reino Saudí y la República Islámica.

Dado que Arabia Saudita e Irán acumulan una cuarta parte de las reservas probadas de petróleo del planeta, y dada su cercanía al estrecho de Ormuz (canal considerado, a nivel mundial, como el más importante para el tránsito de petróleo, con 18 millones de barriles diarios fluyendo a través del mismo), era lógico esperar que este impase diplomático disparara los precios del crudo. Sin embargo, esto no sucedió. Por el contrario, los precios empezaron a caer desde los $37/barril el 1º de enero de 2016 hasta llegar a un precio de $32.61/barril al 11 de enero. No hay duda de que nos enfrentamos a un nuevo escenario, en el cual los inversionistas enfocan su atención y esfuerzos en dos temas exclusivamente: el exceso de la oferta mundial de petróleo, y la contracción de la demanda debido a una muy posible y fuerte desaceleración económica de China. Se trata de un escenario único y muy distinto a aquellos que vivimos en la última década. Hoy en día, resulta evidente que el exceso de petróleo en el mercado mundial es tan grande y la demanda tan débil (o por lo menos, así se la percibe), que ni los shocks negativos sobre el mayor productor (Arabia Saudita) afectan positivamente los precios de manera significativa. Todo esto confirma que la caída de los precios del petróleo no es un fenómeno transitorio, sino permanente, y, por ende, no es lógico – y peor aún, sensato – esperar aumentos considerables del precio en el mediano plazo.

Es una realidad que muchos países petroleros han aceptado y asimilado de manera dolorosa (ajustando sus finanzas); lamentablemente, parecería que el gobierno ecuatoriano se niega a abrir los ojos. La primera muestra de esta negación está en el supuesto usado para la proforma presupuestaria de 2016 acerca del precio de petróleo (US$ 35/barril), el cual está lejos de ser conservador y prudente frente al panorama mencionado. La segunda muestra son las distintas declaraciones del Presidente Correa, como aquélla realizada durante el enlace ciudadano 457, quien, frente al problema de atrasos en los pagos a clínicas privadas, propuso la siguiente solución: “construir (…) estructura propia del IESS para atender todos los casos”. Este optimismo del Presidente con respecto a nuevas inversiones podría significar dos cosas, o el Presidente está desesperado frente a la posible pérdida de votos, o su negación a que estamos frente a una crisis no-transitoria es real.

En momentos como éste, no sé qué es peor, si un presidente populista desesperado por la caída de su popularidad, o un mandatario que vive en una realidad alterna.

* Santiago Bucaram es director del Instituto de Economía de la Universidad San Francisco de Quito.

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