El pánico que provoca el silencio

Esto no es sarcasmo, está encabezado, literalmente, como “Suspensión de la libertad de información”. Si este encabezado no le ha dado escalofríos, permítame felicitarle, es más resistente que yo. Aunque usted no lo crea, en el Ecuador existe una ley donde “suspensión” y “libertad” son palabras de una misma oración. En este fúnebre fin de semana los ecuatorianos vivimos en carne propia los frustrantes efectos de la suspensión de nuestra libertad de información.

Después del demoledor terremoto del 16 de abril se declaró estado de excepción y el artículo 77 de la Ley de Comunicación cobró vida. Este artículo establece que en el momento en el que se declara estado de excepción se les suspende a los medios de comunicación la posibilidad de dar información y se les obliga a censurarse, más de lo normal. Entonces, si un medio ecuatoriano quisiera ofrecer la cobertura de lo que estaba pasando en Pedernales a las 21h00 de este fatídico sábado, no podría hacerlo sin que esa información este avalada por el Estado. Esto tiene, o al menos eso dicen, una razón de ser: se quiere, entre otros, evitar el pánico producido por información falsa o equivocada. El Estado decide qué podemos ver, qué nos escandalizaría, qué es verdad y qué no lo es.

Mi familia es manabita, de nación como suelen decir. Este sábado vivimos un suplicio. ¿Qué puede generar más pánico que no saber qué está pasando? Estoy segura que muchos pasamos situaciones similares. Por un largo espacio de tiempo los medios de comunicación se mantuvieron silenciosos. Mientras tanto, en redes sociales muchos trataban de informar basándose en su experiencia, en lo que les contó el amigo de su primo, o en lo que habían visto en el perfil de otra persona. Por varias horas, los que usamos redes sociales sostuvimos prácticas similares al teléfono dañado. Y cómo no, era tal la desesperación de no saber qué había sucedido sumada a la ausencia de los medios, que comenzamos a tratar de solventar la falta informándonos entre nosotros mismos.

Cuando el Cotopaxi se comenzó a despertar y parecía que iba a erupcionar, alarma que en teoría no ha desaparecido, pasó algo similar. Se declaró estado de excepción y en el país la información que se publicaba, sobre la posible erupción, estaba controlada. Afortunadamente, hasta hoy, el volcán no ha erupcionado. Esto, pienso, ha logrado que muchos no sientan aún los efecto de la suspensión de libertad de información. Pese a que sí fue notoria la censura de los medios, las repercusiones no fueron tan intensas como las de este sábado.

Ahora bien, yo me pregunto, si el fin de este artículo es evitar el pánico provocado por información falsa o equivocada, ¿se está consiguiendo este fin? Parece que en realidad, la falta de información ha provocado frustración, desesperación, miedo y sí, pánico. Se ha logrado un efecto contradictorio, la información que ha circulado, en muchos casos, se ha tergiversado. Habían imágenes en redes sociales de un vehículo aplastado, algunos decían que la imagen reflejaba la realidad de Pedernales, otros de Portoviejo y algunos otros de Santo Domingo.

Tenemos un nuevo noticiero, se llama Facebook. Gracias a la Internet hemos logrado comunicarnos, con mayor o menor certeza, pero comunicarnos al fin y al cabo. Actualmente, es la Ley de Comunicación la principal promotora de la ausencia de los medios de comunicación. No obstante, no puedo dejar de preguntarme, si no existiera esta ley, ¿estarían los medios listos para ofrecer una cobertura óptima? Quién sabe, tal vez todas las cámaras estuvieran enfocando un combate.

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