¿Y para qué sirve la Secretaría de Control de Riesgos?

Alberto Molina

Alberto Molina
Guayaquil, Ecuador

A pesar de correrme el riesgo de ser descalificado y tildado de “militar del siglo pasado”, de ser de la “vieja guardia” o “traidor a la patria”, frente a la tragedia que viven nuestros compatriotas en Manabí y Esmeraldas, no puedo dejar de observar que detrás de la emergencia se esconde un manejo improvisado y que se trata de dar soluciones a palo de ciego.

Antes de Correa (a.C.) existía el Sistema Nacional de Defensa Civil, que no era otra cosa que “el conjunto de organismos y organizaciones de los sectores público y privado, nacional, provincial, municipal, parroquial y barrial que mediante la coordinación integrada, ejecutan acciones permanentes de protección a la población y sus bienes; antes, durante y después de un desastre originado por fenómenos de la naturaleza o por efectos derivados de la intervención del hombre”.

Este organismo, desde su creación (1979), venía realizando su trabajo coordinadamente con la Policía Nacional, Cuerpo de Bomberos, Cruz Roja y voluntariado, contaba con la dirección técnica adecuada y el equipo necesario para cumplir con su misión; la Defensa Civil había demostrado su eficacia hasta que desapareció por decisión del gobierno del Presidente Correa, no había justificación alguna para esta decisión que no sea el carácter ideológico de la llamada revolución ciudadana.

El Art. 397 de la Constitución de Montecristi, dice que el Estado se compromete a: (Numeral 5) “Establecer un sistema nacional de prevención, gestión de riesgos y desastres naturales, basado en los principios de inmediatez, eficiencia, precaución, responsabilidad y solidaridad”. En base a esta disposición, se crea la Secretaría Nacional de Control de Riesgo, cuyo objetivo es: “Liderar el sistema nacional descentralizado de gestión de riesgos para garantizar la protección de personas y colectividades frente a los efectos negativos de emergencias y/o desastres de origen natural o antrópico mediante medidas estructurales y no estructurales que promuevan capacidades orientadas a identificar, analizar, prevenir, mitigar y manejar eventos adversos, así como a recuperar y reconstruir las condiciones sociales, económicas, materiales y ambientales afectadas por situaciones emergencias o desastres”. Además, “Existirán Comités de Operaciones de Emergencia nacionales, provinciales y cantonales para los cuales la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos normará su conformación y funcionamiento”; todo esto suena maravilloso pero a la hora de la verdad, simplemente resultó una ficción.

Existe el Consejo Nacional de Seguridad Pública y del Estado, que es el máximo ente de seguridad del país, presidido por el Jefe de Estado, una de sus funciones es: “Recomendar al Presidente la adopción de medidas de prevención e intervención en casos de acontecimientos graves o amenazas que afecten o puedan afectar la integridad de los habitantes y del Estado”.

Sin considerar nada de lo señalado, improvisadamente se ha nombrado coordinadores, al Vicepresidente de la República y a varios Ministros y funcionarios que más bien debieran estar trabajando desde sus respectivas funciones, para tratar de mitigar los efectos de esta terrible tragedia; la responsabilidad debió asumir a nivel nacional y en sus diferentes niveles, la Secretaría Nacional de Control de Riesgo, obviamente si en la práctica estaba en condiciones de cumplir su misión.

En la realidad, al haberse marginado a la Secretaría de Control de Riesgo, el gobierno debió disponer que el control de las áreas afectadas asuman las FF.AA. y dejar el protagonismo a un lado. Las FF.AA. tienen la suficiente capacidad, voluntad y patriotismo para asumir con eficacia esta compleja tarea.

Lo verdaderamente maravilloso, es la actitud espontánea del pueblo ecuatoriano que se volcó solidariamente, desde el primer momento, para hacer llegar su generosa ayuda a las víctimas de  la tragedia, el resto está por verse….!!!!

Más relacionadas