¿Estamos mejor sin gobierno?

Martina Vera

La realidad es otra. Los ciudadanos de naciones referentes por su estabilidad también coexisten con una profunda decepción hacia la clase política y es interesante como evoluciona ese sentimiento en otras tierras. En España, por ejemplo, el país permanecerá sin gobierno más de 6 meses, hasta el 26 de Junio de este año en consecuencia del hastío que siente la ciudadanía ante la corrupción, el doble discurso y los intereses políticos. Muchos ecuatorianos nos identificamos con ese hartazgo que no es nada nuevo. Sin embargo, lo que si ha de llamarnos la atención es que aquel sentimiento se legitima en España a través de un hecho: al país le va mejor sin gobierno.

La anti política está en auge

El hartazgo con la clase política se ha vuelto patológico en varios países del mundo. Hay quienes opinan que en consecuencia de aquello figuras completamente desvinculadas al escenario político como por ejemplo, Donald Trump, cosechan enorme éxito en las urnas. En España, ese empacho no se ha canalizado a través de un solo líder, pues el país no es presidencialista sino partidista; de ahí que el descontento se encauzara con el nacimiento de dos nuevos partidos y el fraccionamiento del voto a cuatro bandos generando una situación que tiene a 46 millones de ciudadanos sin gobierno desde diciembre del 2015.

Sin gobierno, la vida sigue

Curiosamente, en lo que va del año, las cifras de desempleo en España han mejorado sin gobierno. ¿Casualidad o suerte? Quizá ninguna de las dos. Otros países que ya han transitado esta vía sinuosa también comprueban la teoría de que hay éxito sin mandante. Bélgica permaneció así, en solitario, durante más de 500 días pocos años atrás. En ese tiempo el PIB creció en un 2%, más que la media de la eurozona, bajó la tasa de desempleo, subió el salario mínimo y mejoró la percepción de la corrupción. En cuanto se formó gobierno todas esas cifras cayeron al suelo. ¿Es prueba entonces de que estamos mejor sin gobierno? No en todos los casos, pero sí existen razones para pensar en que eso es apetecible.

Varios opinan que la clave del éxito de los “sin gobierno” yace en dos factores: el primero es que sin invitados a la cena no hay quien devore el festín. No hay figura o secuaces que acepten coimas, liciten obras a dedo, tomen decisiones anteponiendo su beneficio político a las necesidades del pueblo o se lleven recursos del estado. El segundo, es que se descentraliza el poder y la acción del estado la coordinan varios agentes, permitiendo un manejo más transparente de los recursos. Este segundo principio lo practica Suiza, uno de los países con mayor PIB per cápita del mundo y un sistema político completamente descentralizado.

Claramente, aquellas son realidades muy lejanas a la nuestra. Aun entonces, es legitimo cuestionar si en Ecuador se puede concebir coordinar la acción del estado en masa y no a través de un líder todopoderoso. La organizada, multitudinaria e inmediata movilización ciudadana, particular y privada que llegó a las zonas afectadas por el terremoto –en varias ocasiones antes de que llegara el estado- comprueban que sí. Disipada esa primera duda, yo no necesito pensar dos veces en la respuesta de sí estaríamos mejor o no sin gobierno que es la que le sucede.

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