Reafirmar al sujeto hispanoamericano, una labor pendiente

Cristian López Talavera

El poema empuña su fusil

José Martí, en su ensayo Nuestra América[1], escribía “Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales”, este pensamiento manifestaba en torno al malestar que los pueblos hispanoamericanos sentían ante las infamias del poder, recreadas desde la idea de colonialidad. El discurso que desde occidente comenzó a escribir nuestra historia, es por eso que el pensador y combatiente cubano establecía una nueva forma de relacionarnos culturalmente, recuperando la conciencia de nuestra voz. Una voz, por tanto una literatura, hispanoamericana que haga frente ante las matrices culturales venidas de la colonialidad.

El reafirmar al sujeto hispanoamericano por medio de la literatura radica la importancia del pensamiento de José Martí. Advertir que la cultura impuesta de occidente puede desplazar nuestra identidad, por tanto, el escritor hispanoamericano debe reconocer y retornar a valorar nuestro pasado. Este retornar a lo propio es lo que llama el hombre natural.

Es tal como lo piensa el poeta Leopoldo Tobar Salazar, en un libro de poesía titulado “Cuando el amor empuñe sus fusiles: poesía protesta-poesía de amor-poesía rebelde”. Poesía ausente de toda falacia metafórica. Palabras que comunican la angustia de un pueblo, pero que encuentra en el amor la salvación. Fiel a su ideología política donde las palabras sangran ante el grito de un ser que llora junto a su pueblo las injusticias dadas por el colonizador enquistado en el poder. ¿Será por su autenticidad que Leopoldo Tobar Salazar ha sido abducido por los “poetas impostores del lenguaje”? Es por eso que veo necesario retornar la mirada al atrás y reconocer a este hombre natural y rehacer un ejercicio de análisis para enriquecer las letras de este desollado país.

El poema pintando de rojo los caminos

El poemario empieza construido desde el sujeto fragmentado, desde el sin voz: “Sembrando trigo/ llegarás a panadero/ Golpeando los montes/ nacerá la aurora de los pueblos”. Esta poética donde la voz se enlaza con el subalterno revaloriza el pensamiento andino, tal como lo pensaba el viejo Marx ante la obra de arte que alcance al enemigo; no refutando más bien, destruyendo”

“Si pudiera matar a Dios

Con estos versos,

Lo haría por la pobre gente,

Por los apenados, los descalzos,

Los desvalidos…/ por los que a veces no sabemos

De qué mierda sirve haber nacido”

La primera parte del libro denominado “Te amo con el fuego de cien hornos” converge dos temas: la revolución y el amor. La revolución reivindicando la lucha proletaria y el amor simbolizado en la imagen de la mujer.

El año 1959 para América Latina se vuelve importante en el campo artístico, la utopía de la libertad se torna certeza. Los intelectuales de la época se dan cuenta que se puede llegar a conquistar el poder. Dejar atrás el oscuro romanticismo y crear palabras con conciencia se vuelve preponderante en América Latina. Escritores del Boom Latinoamericano es un claro ejemplo de este cambio en las letras. En el caso del Ecuador, los poetas Tzántzicos que vieron en la revolución cubana el inicio para un nuevo paradigma revolucionario, repensar la América Nuestra, la patria histórica, retornar a la cotidianidad de los excluidos, darle voz al indígena, luchar junto al más débil. Así aparece la literatura combativa, revolucionaria. Si bien, Leopoldo Tobar Salazar no fue un poeta Tzántzico, si es un poeta combativo: “Ahora, en esta hora de muerte sin amén/ No quiero versos sino balas”. Poemas terroristas lo llama el poeta, porque las palabras tienen memoria. Pero también la palabra construye y destruye. El poema terrorista es como un cuchillo de luz en la conciencia del proletario:

“Es cierto que canto a la vida

con poemas terroristas

porque cuando vine

no vi flores

sino pan ametrallado,

pliegos de huelguistas,

soldados a caballos”

La segunda parte del libro, llamado “A flor de escopetazos”, Leopoldo Tobar Salazar entiende la desazón que vive el pueblo ante la inminente crueldad con la que la modernidad se va apoderando de nuestra identidad por tanto utiliza a la figura retórica con un propósito para poder explicar la realidad; ya lo decía Fernando Pessoa: “La ironía es el primer indicio de que la conciencia se ha tornado consciente”. El poeta entiende que el lenguaje es creación y la salvación está en crear. La palabra como liberación:

“Good morning Patria de mi alma

ya mismito cantamos el himno nacional

en gringo”

El poeta entiende que la llegada de la modernidad genere contradicción en el modo de vida, por tanto el lenguaje irónico intentará         representar irónicamente la realidad. La ironía como un cuestionamiento al poder:

“Alambran la tierra

y nos enseñan

a respetar los gritos del patrón.

Alambran el pupitre

y nos culpan

porque las tizas no saben escribir”

La tercera parte de este libro se titula “Con las manos juntas”, poemas con un canto vallejiano en el Trilce y los Heraldos Negros. El símbolo de la madre como eje de la creación poética. La madre como criadora de los hijos, como trabajadora de la tierra. La madre es el canto del indio, aquí emerge el llanto del yaraví.

“Oremos por la copa amarga de mi trago;

oremos, madre, por mis miércoles

que se pudren temprano:

oremos, porque mi alma

amanece boca arriba”

Es evidente la añoranza casi religiosa del poeta a la imagen de la madre: imagen del ambiente familiar, ella lleva los alimentos, cuida del hijo enfermo, la fuerza que emerge de estos versos tiene una función emotiva del lenguaje, la tristeza del canto; la vida y la muerte y el eterno retorno hacia el vínculo familiar “A tu círculo de nueve meses eternos”.

La cuarta parte del libro llamado “Agua dulce” los versos se vuelven cotidianos, acá la belleza está contada desde la gente,  sea la muerte de un niño, el nacimiento de un nuevo día, la comida, etc. Elementos en que el poeta se desangra. Entiende que la palabra es poder y desenmascara las trampas del estado.

“Pido que no vengan a consolarme

Con una patada cariñosa

En la mejilla;

Pido que el sol no sea una mazamorra negra

Cuando uno se está preso.

Pido que el azúcar de los tristes

Se asome en los umbrales;

Pido

La gran mierda que los barrancos

Se llenen de jazmines”

En Cuando el amor empuñe sus fusiles, Leopoldo Tobar Salazar traslada la escritura a las escenas cotidianas. No es una poesía solemne. Es una poesía para desgarrarse, pero también es una poesía de la ausencia. En estos versos se reafirma al sujeto hispanoamericano, sabe que la revolución no es “para todos”, sino, como lo decía Martí, la revolución corta la yerba, nace feroz desde la miseria y crea conocimientos. La revolución no se cuenta por años, ser revolucionario es tomar conciencia de por vida. Y la poesía es un acto revolucionario. Se nace y se muere por ella.

***

[1] Martí, José: Antología: “Nuestra América”. Salvat editores, 1972. España.

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