Kuczynski puede inclinar la balanza

Una mezcla formidable de culturas propias y extrañas que desde hace más de cinco siglos moldean un carácter diferente y promisorio. Ingredientes autóctonos y foráneos que se potencian en un proceso de mestizaje cultural y social aún en curso.

Individualidades tan diferentes como Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y Keiko Fujimori son producto de esa amalgama cada vez más madura. Si las personas somos la principal clave de la historia, es posible que el nuevo presidente del Perú, el ya famoso PPK, haga una diferencia trascendente en la compleja coyuntura regional, en el contexto de un mundo que cambia y se transforma velozmente. ¿Podrá tener logros importantes a pesar de la aplastante oposición parlamentaria de 73 de los 120 congresistas del partido de su joven y popular rival?

No será fácil por las ofensas y heridas de una campaña excesivamente polarizada. Pero todo es posible en política, especialmente si la necesidad está de por medio. Y la necesidad de ambos consiste en alcanzar algo tan irremplazable en política como el éxito – un talismán inigualable que justifica el poder y honra el mandato que el ciudadano otorga a través del voto.

Concluidas las elecciones, la confrontación de las campañas cede el paso a la realidad y a su inexorable primacía. Los elegidos sopesan su responsabilidad y la urgencia de asumirla en la configuración política del nuevo gobierno en el que jugarán su futuro. El de PPK (77 años) es su lugar en la historia, mientras que el de Keiko (40 años) tiene largas miras. Los excandidatos se necesitan. Para trascender, deben administrar las circunstancias determinantes de la relación que se plantea entre un Ejecutivo débil y un Parlamento donde la numerosa oposición fujimorista es capaz de maniatar al presidente electo. Sin embargo, la mayoría opositora de Fuerza Popular no debe evidenciar una actitud obstruccionista o prepotente que pueda cuestionar las credenciales democráticas que requiere para asegurar un futuro proporcional a su raigambre nacional y su organización partidaria.

La diferencia que Kuczynski puede hacer ha comenzado a perfilarse por la proyección de sus primeras declaraciones sobre temas internacionales sensibles. Por ejemplo, lo que ha dicho sobre Venezuela marca un contraste radical con el silencio ominoso del régimen saliente: “Participaremos en un esfuerzo latinoamericano para que nuestro vecino regrese a la democracia; la existencia de presos políticos es absolutamente inaceptable; Maduro margina a la Asamblea Nacional con mayoría opositora y, por tanto, vulnera la democracia”. Son posiciones con las que Keiko Fujimori no podría disentir.

Pero como no bastará con las resoluciones de la OEA, ha propuesto una suerte de club de países que ayuden a Maduro a salir del hoyo, iniciando un período de transición hacia la democracia. “Mano férrea en guantes de seda”, sugiere. Ha aludido a otros presidentes como Macri y Santos para empujar en esa dirección.

El chavismo lo rechazará con su habitual vulgaridad. Pero ha quedado bien claro que Kuczynski será un actor que se moverá con solvencia y convicción para adelantar los intereses comunes y la presencia internacional de América Latina. Su temprana incursión en una temática reservada a conocedores y veteranos anuncia la presencia de un Jefe de Estado decidido a refrescar y reforzar los hilos de la diplomacia regional.

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