Un frente único de oposición… contra Guillermo Lasso

No nos hace falta un nuevo “mesías” que venga a “refundar” el país. Las democracias no funcionan con presidentes perfectos sino con gobiernos que conducen la negociación. Lo que necesitamos es un candidato que derrote al correísmo, rescate la democracia y despierte el aparato productivo. Podemos conseguirlo, pero no pongamos obstáculos nosotros mismos.

COMER MANZANAS SIN DIENTES ES TAN DIFÍCIL COMO DERROTAR A UN DICTADOR SIN UN GOBIERNO alternativo, criticando la conducta del tirano pero sin ofrecer una salida política diferente.

Cualquiera que se haya enfrentado a Rafael Correa lo sabe por experiencia. Los jóvenes de Yasunidos, los banqueros, los trabajadores de telefonía móvil, los periodistas, los maestros, todos levantaron algún reclamo justo, pero no avanzaron más allá de cierto punto porque (al no ser movimientos políticos) no pudieron ofrecer algo distinto al creciente poder del totalitarismo.

La mayor fortaleza de Correa ha sido, precisamente, que casi todos los dirigentes políticos de oposición acabaron tirando la toalla ante el nuevo dueño del país. A partir de algún momento, le reclamaron sólo por cuestiones específicas, pero sin una propuesta de gobierno que ofrecer a cambio. Jaime Nebot se limitó a defender a Guayaquil, el MPD a defender a los maestros, Pachakutik a los indígenas. Casi todos parecían resignados a esperar a febrero del 2017, para recién entonces entablar batalla, aspirando a que el régimen totalitario se desgaste por sí solo, como una manzana podrida que cederá su puesto voluntariamente. Casi todos le cogieron asco de repente a una eventual candidatura presidencial. Todos se dedicaron a ser buenos alcaldes, o prefectos, o a defender a su grupo, pero sin levantar un programa de gobierno y un equipo de dirigentes que lo lleve a la práctica.

La lucha social continuó, pero sin converger con la lucha política, que se volvió inexistente.

Guillermo Lasso es de los pocos que rompió ese esquema. No sólo se ha mantenido como alternativa política, sino que meses atrás lanzó a su gente a las calles, a disputarle los espacios públicos a la dictadura, y no por reclamos parciales sino apuntando al corazón del correísmo: a la dictadura perpetua, a la reelección indefinida.

El resultado fue que -en los últimos meses, sobre todo- capitalizó el descontento y no sólo organizó mejor y extendió su estructura política, sino que comenzó a disputarle a Correa el liderazgo. Si hoy hubiese elecciones -informa Cedatos-, Lasso entraría a una segunda vuelta con Correa o con cualquier otro candidato de Alianza PAÍS.

Los perros del hortelano

A medida que se consolida la figura de Lasso, sin embargo, se ha venido levantando, paulatinamente, una especie de frente único de sectores de la oposición, que no necesariamente se han reunido, pero que en los hechos han llegado a la conclusión de que no hay que enfrentar a Correa sino… ponerle obstáculos al dirigente de CREO.

No critican sus propuestas de gobierno o su estrategia de luchar en las calles. Sobre eso, silencio absoluto. El énfasis está en dos o tres argumentos fabricados por el correísmo:

Que “Lasso es banquero”, y ya se sabe, eso en el Ecuador correísta es peor que ser traficante de drogas, porque hace un cuarto de siglo hubo un feriado bancario del cual Lasso no se benefició, pero eso no importa, porque en el Ecuador correísta, asimismo, no hay que probar la culpabilidad de las personas sino que se la presupone.

Que “Lasso no tiene carisma”, y ya lo ha dicho Correa, sin carisma “no se puede” ganar una elección, aunque José María Velasco Ibarra y Asaad Bucaram hayan tenido menos carisma que cualquiera pero llegaron a convertirse en su momento en los líderes más populares del país.

Que “Lasso se quiere comprar la presidencia”, cuando, ya se sabe, lo correcto es, como hizo Correa, pedirle dinero a las FARC y, al mismo tiempo, a poderosos millonarios.

A Guillermo Lasso estas críticas no le habrán gustado, pero la política es así, y él habrá entendido ya que sus rivales tienen derecho a cuestionar su liderazgo. Lo que ocurre es que estamos hablando de una especie de frente único de perros del hortelano, que cuestionan al único dirigente político que levanta una alternativa política frente a la dictadura, pero sin proponer nada a cambio, ni un candidato, ni un programa de gobierno, ni un plan de acción, ni nada de nada, excepto seguir esperando a que alguno de ellos, en una fecha incierta, nos diga que se ha despertado esa mañana con la convicción de que él es el ungido, y no los que todo este tiempo se mantuvieron al frente de la lucha política.

No busquemos un nuevo caudillo

En política, los tiempos son decisivos. Hay un momento exacto para cada decisión. Este es el momento de reconocer que el enorme descontento social contra la dictadura no podrá seguir avanzando sin una alternativa de gobierno creíble. Guillermo Lasso es el único que se ha atrevido a levantar una propuesta, en las calles, arriesgando su pellejo y sus recursos. Si posponemos una decisión, se ampliará el vacío político. Habrá sido como calentar hasta el punto de ebullición la enorme caldera del descontento social, pero sin disponer de un pistón político que canalice esa gigantesca energía. El vapor de la oposición se dispersará, sin hacerle daño al enemigo.

Por todas partes escucho que “hace falta un líder”. Algunos pareciera en realidad que buscan un nuevo Correa: Carismático, buen orador, con mucho dinero para gastar pero pobre al mismo tiempo, indefinido políticamente para caerle simpático a todos, sin trayectoria para que no lo critiquen, cantante, bailarín, sin defectos ni errores.

Pero nadie propone un nombre de carne y hueso. Sólo CREO, con Guillermo Lasso.

No nos hace falta un nuevo “mesías” que venga a “refundar” el país. Las democracias no funcionan con presidentes perfectos sino con gobiernos que conducen la negociación. Lo que necesitamos es un candidato que derrote al correísmo, rescate la democracia y despierte el aparato productivo. Podemos conseguirlo, pero no pongamos obstáculos nosotros mismos.

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