Easy money

Una saludable decisión, sin duda. Sin embargo, vale preguntarse: si las sabatinas pueden financiarse con contribuciones privadas, tal como se nos ha dicho que está sucediendo ahora, ¿por qué entonces no se lo hizo así desde un inicio? ¿Por qué se gastaron alrededor de 14 millones de dólares de los fondos públicos en estos eventos –tan llenos de vulgaridades, por cierto– durante los últimos años cuando bien pudieron haber sido financiados con aportes privados como sucede ahora? En cualquier país del mundo, el responsable por semejante despilfarro sería obligado a restituir esos 14 millones de dólares al erario nacional. No en el Ecuador.

Y como este hay muchos otros casos. El país acaba de enterarse, por ejemplo, que había sido falsa la versión oficial de que los gastos de manutención del señor Lenin Moreno en Ginebra no corrían por cuenta del Estado ecuatoriano, sino de las Naciones Unidas. Es decir, su mantenimiento en dicha ciudad sale del fisco ecuatoriano. No se ha aclarado cuánto ha costado dicho mantenimiento, cuál es la base legal para ello, ni cuáles son los beneficios que el Ecuador ha obtenido. Es probable que nunca lo sepamos.

Pero la frondosa Banana Republic no solo ha convertido el despilfarro de los fondos públicos –que es una forma de abusar de ellos– en una norma de conducta aceptada y hasta aplaudida. A la sombra de ella ha surgido también una pléyade de nuevos ricos, de gente que gracias a sus afortunadas relaciones o posición de poder han logrado amasar fortunas en poco tiempo, y encima sin pagar prácticamente impuesto alguno.

Esta atmósfera de despilfarro y enriquecimiento no solo es explicable por la falta de una institucionalidad pública, separación de poderes, controles orgánicos y participación ciudadana. A ello hay que añadir el patrón de comportamiento de algunos líderes políticos que han hecho gala de abusar de sus investiduras. Un abuso que encontró su esplendor en aquella sentencia por la que se obligó a un banco a entregar la bicoca de 600 mil dólares como indemnización por un supuesto daño moral. El beneficiario luego corrió a sacar su dinero al exterior, y, de paso, nunca pagó impuesto a la renta.

¿Sabrá el afortunado beneficiario de esta suma de dinero cuántos años de trabajo debe acumular un ecuatoriano antes de llegar a tener una cifra parecida a esa? ¿Y cuánto hay que pagar de impuesto a la renta durante esos años de sacrificio? Es comprensible que estas preguntas no las sepa responder quien logró llevarse tanta plata de una forma tan fácil y tan rápido. Ni otros que en poco tiempo han logrado acumular tanto dinero con tan poco esfuerzo que no sea estar cerca al poder. Y de paso luego nos hablan de “pactos éticos”. (O)

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