El milagro en Penipe

A los ecuatorianos nos falta fe. No somos creyentes y por eso desconfiamos de los milagros que puede ejecutar la Revolución Ciudadana. Yo sí les creo todito, pero… ¿vieron al resto de tuiteros tan incrédulos? ¡Cómo saltaron, repletos de desconfianza, cuando se enteraron que en Penipe, un cantón con alrededor de 7 mil habitantes, se recogieron 45 mil firmas para apoyar la reelección de Correa?

Sí, es verdad que, viéndolo con ojos humanos y haciendo los cálculos matemáticos más elementales, tal hazaña parece imposible. Pero eso es porque nuestro entendimiento es terrenal y limitado. Hay que ensanchar la mente, cruzar los límites de lo posible para aterrizar en tierras de lo imposible. Dejar de ser tan escépticos, tan malpensados, tan carentes de imaginación.

A mí el episodio me resulta macondiano, divino, celestial. Está a la altura de ese momento en el que Jesús multiplicó cinco panes y dos pescados para satisfacer a cinco mil estómagos hambrientos. A él tampoco, segurísimo, nadie le creyó cuando iba por el mundo predicando que sí, ¡ni saben!, reviví muertos, que sí, ¡la última!, caminé sobre el mar.

Confiemos un poco más, ¿sí? Después de todo, la Revolución Ciudadana tiene experiencia en temas milagrosos. Mi episodio preferido, si me preguntan, fue ese fenómeno académico, nunca antes visto, del primo de Correa que cursó una maestría sin tener título de tercer nivel. Eso no lo hace cualquiera: ¡ir de la secundaria directito al postgrado! ¿No les parece un prodigio maravilloso y digno de contar?

¿Pero qué hizo Correa? Lo echó a su primo del cargo público que ostentaba. Así se les trata a los genios. ¡Qué incomprendidos son!

Creo, si no me equivoco, que los poderes de la Revolución Ciudadana, dignos de un chamán, se los extrae de la Pachamama. Los funcionarios de este Gobierno, como Freddy Ehlers, no graban videos abrazando árboles por gusto. De los arbustos extraen superpoderes naturales, se llenan de energía amazónica cuyo vigor, nosotros ignorantes citadinos, no sabemos apreciar.

Hay otros números de mago que me impresionan más. Como ese en el que, ¡abracadabra-patas-de-cabra!, se desaparecen opositores. O ese otro en el que, ¡taraaaaán!, se convierte a la Refinería del Pacífico y al Aeropuerto de Tena en elefantes blancos. ¡Con qué maestría deberán agitar la varita mágica para convertir proyectos millonarios en mascotas inservibles!

Ninguno como ese acto, ¡tan mágico!, en el que se saca de un sombrero petróleo ecuatoriano y se lo convierte, misteriosamente, en propiedad de los chinos hasta el 2024. ¡Ustedes critican porque no saben apreciar el arte del ilusionismo! Ya no recuerdo si el petróleo lo sacaban de un sombrero o del Yasuní.

A mí me parece injusta esa vez que se acusó al Senain de tener vínculos con la empresa italiana de espionaje, Hacking Team. Se dijo que el Gobierno espiaba, con ese sistema, a asambleístas de oposición. Técnicamente, les explico, eso no es espionaje. En realidad es telepatía. Es meterse en los celulares y computadoras de sus ciudadadanos con el poder de la mente.

Así mismo son los fenómenos inexplicables: despiertan incrédulos a diestra y siniestra.

Cuando a las calles acuden miles para rechazar los políticas del Gobierno, hay un ilusionista que transforma a esa masa enorme en cuatro pelagatos auspiciados por la oligarquía. Eso, visto objetivamente, también es un milagro en el arte del reduccionismo.

Hay un milagro que todavía espero. Yo quisiera que convierta esta crisis tan fea, la de ahora, en bonanza paradisiaca. Para él, que tanto prodigio imposible ha realizado, no sería nada difícil. ¿O sí?

Pero bueno, volviendo al tema de recolección de firmas, como saben, el proyecto está encabezado por Pamela Aguirre. Pobrecita, el otro día dijo que para emprender esta campaña gastó los USD 3 mil que tenía ahorrados para su postgrado. ¿Y ahora?, ¿se quedará sin estudios?, me pregunté, preocupadísimo, antes de dormir.

Pero al rato me levanté, feliz, con una sospecha: es posible que de la noche a la mañana, en la cuenta bancaria de ¡Ay, Pame!, algún día aparezca más dinero del que tenía. Si eso ocurre, no piensen mal. No serán suspicaces ni la señalarán de borrega. Que eso ocurra, simplemente, sería un milagro. Uno más.

Volvamos a Penipe. Les decía que yo sí confío en que allá se recolectaron más firmas del número de habitantes que posee la población. Pero el resto de incrédulos no están de acuerdo conmigo. Por eso, ante tanto escepticismo generalizado, el alcalde de Penipe enseguida entregó otra versión que, a las mentes carentes de fe, les resultó más sencilla de digerir.

Ahora dijo que los penipeños que recolectaron las firmas son tan pero tan valientes que cruzaron las fronteras de su poblado para recoger firmas más allá de Penipe, y que recorrieron toda la provincia de Chimborazo e incluso caminaron por Pastaza, Tungurahua y Cotopaxi, y que así, y sólo así, luego de tanto caminar, quizás con los pies cayados y con las entrepiernas escaldadas, lograron las 45 mil firmas.

A mí esa segunda versión me decepcionó. Le quitó el realismo mágico que tenía la primera. No hacía falta. Al menos yo, sí les creí desde el principio. Es que cuando uno ha visto tanta magia en un Gobierno, ya ningún truco nuevo que haga le sorprende. Uno se entrega al futuro con resignación. Ya todo puede pasar. Todo. To-do.

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