¿Pocos quieren evaluar los Juegos Olímpicos?

Martina Vera

Sin medallas, no hay triunfo que satisfaga nuestro juicio o que justifique nuestra atención. Sin embargo, pocos quieren evaluar los Juegos Olímpicos. Rara vez nos hemos preguntado qué yace detrás del éxito o del fracaso de nuestros deportistas y su desempeño el Río de Janeiro, ciclo cuya inversión fue notablemente superior a otras, indica que es momento de hacerlo para comprender la realidad del deporte y cómo impulsarlo. La norma para el progreso deportivo en el país no puede continuar siendo la de exigir mucho de quienes conocemos poco.

Más allá del triunfo y el fracaso

Ellos estuvieron ahí mucho antes de que los conociéramos por sus marcas internacionales. Algunos se ganaban la vida pidiendo dinero en las calles como el boxeador Carlos Mina, otros vendiendo cebollas y atendiendo haciendas como la velocista Rosa Alba Chacha. Cada atleta tiene su historia de formación y superación pero la mayoría de ellas convergen en dos puntos; primero, sus protagonistas provienen de contextos familiares y económicos complicados; segundo, esos personajes hallaron en el deporte un mecanismo de superación que los mantuvo lejos de los vicios que aprisionan a otros en su entorno. Ese mismo mecanismo de superación suele también transformarse con el paso del tiempo en una fuente de frustración a causa de sacrificios mal retribuidos que no permiten al atleta superarse más allá de cierto nivel. En Ecuador, no se retribuye al atleta olímpico como pensamos.

El deporte no es lo que parece

La estructura que existió en el país para apoyar al deportista fue tradicionalmente mediocre e insuficiente. De aquello cobraron conciencia la mayoría de ciudadanos en su momento reconociendo que haber sido hogar de un medallista olímpico en tales condiciones fue cuasi milagroso. Hoy, la estructura de un novedoso Ministerio del Deporte canaliza mejores servicios. Se ha diseñado un Plan de Alto Rendimiento que retribuye económicamente a diversos atletas en mayor o menor cuantía dependiendo de sus logros o marcas cada mes para que puedan hacer del deporte una profesión. El Plan se inauguró en el 2013 y habría invertido 41 millones de dólares en más de 300 atletas. Sin embargo, las experiencias de quienes agradecen formar parte del selecto servicio indican que la ayuda prometida no llega completa ni a tiempo. Lo que si llegan, son altas expectativas sociales de rendimiento. Ese desfase entre el deseo y la realidad se visibilizó en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

A los clasificados a Río, quienes además forman parte del Programa de Alto Rendimiento, se les prometió contar con un equipo multidisciplinario que incluya entrenador, médico, deportólogo, psicólogo y nutricionista entre otros profesionales que acompañen su preparación de élite. La gran mayoría, sino todos, jamás dispusieron de ese equipo que conforma una pieza clave y clara al éxito de las selecciones de EEUU, China, España, Colombia y otros. Producto o no de aquello, algunos boxeadores y velocistas no recibieron asistencia en el campo cuando sus entrenamientos les produjeron dolencias y fueron víctimas de lesiones que incluso trasladaron a Río.

Varios deportistas y entrenadores también alegan que la asignación prometida por clasificar a Juegos Olímpicos y que se debió destinar a equipamiento, vitaminas y entrenamientos en el extranjero, no fue entregada ni en un cincuenta por ciento de su totalidad a los atletas. Eso pudo incidir en el rendimiento y la superación de jóvenes como Neisi Dajomes cuyas marcas son notablemente superiores a las de atrás en el continente por lo que le beneficiaría entrenar donde está la verdadera competencia: Asia y Europa. Otros, que fueron promesa de medalla tras su performance en Londres 2012 no llegaron a Río. A los problemas familiares de Alex Quiñonez, por ejemplo, se sumaron lesiones que lo mantuvieron en un escalafón tan bajo del Alto Rendimiento al no poder concursar que debió dejar su entrenamiento y trabajar en una mecánica para poder mantener a su familia. Él era nuestra apuesta de medalla más sólida en este ciclo olímpico.

Así las cosas, en Ecuador, atletas y entrenadores cumplen con un papel multidisciplinario y milagroso al entrenar, curar lesiones a punta de hielo y paciencia, medicar con brebajes caseros, nutrir a ciegas, atender necesidades psicológicas y mantener familias numerosas por sí solos; reciben hoy mejor asesoría y capital que ayer, pero esos recursos representan ni la sobra de lo que se prometía en una país donde los deportistas se forman entre el oro y la calle.

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