¿Paramos? ¡Nooo!

“Si esto sigue así, no podremos continuar la fiesta, ni radicalizarla” comentó un socioburgués. “Algo tenemos que hacer” dijeron. Reflexionaron largo rato y uno sugirió: “subamos los impuestos”. Los demás se emocionaron con el planteamiento, pero el más pilas mencionó que esa idea era berreada. Todos rieron y siguieron bebiendo con el dinero de nuestros impuestos.

“En serio” dijo otro, “se vienen las elecciones”. Dejaron de festejar. “¿Qué pasaría si existiera un poder judicial independiente? La ciudadanía no puede percibir que estamos en crisis después de todo el billete que hemos recibido. Hay que cubrir el hueco dijeron. Como los contribuyentes no aguantan más impuestos, pateemos el problema para el futuro. Que las generaciones más jóvenes tengan que enfrentarlo. Total, no es nuestro dinero. Endeudémonos con las altas tasas de interés que nos cobra China y emitamos bonos con rendimientos que llamen la atención de los inversionistas, para que compense el riesgo que significa que los socialistas del siglo XXI seamos los deudores”.

Y así, el problema dejó de ser económico. Los candidatos de la oposición seguirán dando soluciones para mejorar la economía, pero el país sentirá la liquidez que surge de bonos y deuda carísima a un plazo de cinco años. No del fomento de la productividad.

El gobierno también seguirá recibiendo dinero de terceros, prestado por un Banco Central, que no tiene razón de existir en dolarización y que es controlado por el poder ejecutivo. La administración pública también se financiará con los recursos de la seguridad social, sacrificando el bienestar de los aportantes. Porque para los socioburgueses, el capital está por encima del ser humano.

Con estos fondos, habrá liquidez en la época de las elecciones. Se disfrazará el problema y nadie entenderá por qué los candidatos hablan de crisis. Hasta eso, veremos más de lo mismo. No trabajaremos en la competitividad para poder colocar más fácilmente nuestros productos en los mercados. Continuaremos retrocediendo en la independencia de las instituciones del Estado; en la estabilidad macroeconómica; en la salud y educación primaria; en la eficiencia en el mercado de bienes; en la eficiencia del mercado laboral; en el mercado financiero; redes tecnológicas; sofisticación de negocios e innovación. La solución socialista/marxista insistirá en predicar la envidia hacia quien ha trabajado honradamente, no el crecimiento económico individual, mediante la generación de igualdad de oportunidades. Por eso hemos bajado quince puestos en el índice de competitividad del foro económico mundial, mientras ciertos socioburgueses se han convertido en millonarios. Pero tranqui: tenemos las autopistas más caras por kilómetro.

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