Conocemos nuestra Historia ¿Nos condenamos a repetirla?

Martina Vera

Yo la vi desde el otro lado del Atlántico con mis tíos y primos sin descanso en una pintoresca casa de Walton-on-Thames, Inglaterra. Ese rito familiar nos recordaba que los fracasos de nuestro continente eran lo que despertaba un profundo deseo de contribuir a su progreso. De hecho, compartíamos el mismo momento predilecto en cada capítulo, la apertura donde una voz en off decía: “el que no conoce su historia está condenado a repetirla”. La de Escobar es una historia parcialmente prestada pero que contiene un factor de agitación provocado por la misma desigualdad social que la ecuatoriana. De nuestra historia, muchas cosas aun se repiten con este gobierno y podrían continuar.

Los derrocados somos nosotros

Tres gobiernos derrocados, uno tras otro. Así transcurrió la infancia de mis contemporáneos. Vivimos la destitución de un presidente declarado en incapacidad mental para gobernar que luego salió del país sin que lo “tumbaran” por temor a la gente. Conocimos a un débil jefe de estado que abandonó el Ecuador acorralado por una crisis bancaria que él no inició pero que pudo detener a tiempo. Prefirió no hacerlo. Elegimos a un inexperto Coronel como Presidente que juró cambiar al p

aís o morir en el intento, pero huyó ante el fracaso y volvió para perpetuarlo. Así las cosas, desde el 2007 Ecuador aceptó vivir los últimos diez años al mando de una “revolución ciudadana” que aprendió de los fracasos de otros gobiernos solo para perfeccionar sus defectos y no para combatirlos. Así nos queda hoy un poco de todos esos nefastos gobiernos con la diferencia de que ahora los derrocados ya no son ellos, sino nosotros.

¿Qué nos queda?

Del “loco Abdala” nos quedan estridentes recuerdos de lo que fue el populismo de los 90 y la certeza de que no está extinto, sino que ha mutado. El correísmo de hoy tiene la lección que dejó Bucaram bien aprendida. Aplica un populismo más sutil, respaldado por una basta institucionalidad y la mejor estrategia de comunicación masiva de nuestra historia. Así, algunos ecuatorianos han tardado años en notar que el discurso social y de izquierda del gobierno se utiliza para convencer al electorado popular y no para llevar las riendas del país. De lo contrario, el cambio de la matriz productiva no solo sería de la matriz eléctrica. Se priorizaría la contratación de mano de obra nacional y no extranjera en las obras chinas. No se habría cambiado el encaje bancario para captar más de nuestros depósitos en la banca privada y pagar salarios este Diciembre en plena crisis. No habría un numero excesivo de contratos públicos con millonarios sobreprecios y quienes se lucraron de esas y otras maniobras no habrían huido del país sin real esmero.

De la crisis bancaria que suscitó la caída de Mahuad nos quedan el discurso y las leyes oficialistas que satanizan a la banca y al empresariado, pero que no las destruyen aún sino que las disminuyen porque el gobierno sabe que si faltan, él no las sustituye. De la banca privada depende buena parte de la economía popular y solidaria y no solo el bolsillo de los “pelucones”. Si ellos, los enemigos mortales del oficialismo caen, también lo hace el Jefe de Estado. La empresa privada no es la excepción a esa regla. De lo contrario ¿cómo se explica que sea sobre ella que hoy recae la enorme responsabilidad de reactivar una economía enferma que el gobierno quiso captar por completo?

De la caída de Lucio nos queda el discurso de un gobierno que exalta la soberanía nacional y critica las políticas entreguistas a Bush y Uribe pero que no practica lo que predica en la relación con China. Nos quedan también instituciones de control dominadas por el ejecutivo; instituciones que Sociedad Patriótica ayudó a forjar pactando con Correa en el 2007 para que el “Congreso de los Manteles” viabilizara una consulta popular. Eso nos impuso al CNE de hoy y a un Contralor Pólit que se ha lavado las manos frente a los abusos más grandes de este país responsabilizando a la Fiscalía y denunciando asuntos menores para guardar las apariencias.

Un poco de todo, mucho de nada

Así las cosas, en el Ecuador de hoy, nos queda un poco de todo y mucho de nada. Nos queda un gobierno que es un poco de todos los desaciertos de Bucaram, Mahuad y Lucio pero nada de sus aciertos. Ya conocemos esta historia. ¿Nos condenamos a repetirla?

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