Somos más que Fidel

Comencé hace un par de años a simpatizar con izquierdistas latinoamericanos como Allende o Roldós, por su personalidad, y sinceramente porque se sentía bien creer en personas que defendían que nuestros pueblos no merecían la triste realidad que vivían, en políticos que no se sometían a una sublevación cabizbaja ante los Estados Unidos. Me sabía a una segunda declaración de independencia. Luego dejó de influir el sentimentalismo y fui cambiando mi forma de pensar.

Acaba de morir Fidel, líder de la revolución cubana junto al Che. Era de esperarse que de un tipo tan controversial surgieran opiniones tan polarizadas, no podía ser de otra manera.

De una persona que no conozco, escuché hace poco una frase interesantísima que vale la pena analizar con profundidad, «existen dos Fidel». Por un lado, esta el fervoroso guerrero que creyó en que el pueblo cubano era muy grande como para seguir siendo gobernado por el dictador y títere norteamericano que no vale la pena nombrar. Por otro, está el dictador… irónico por donde se vea, y que a costa de conseguir su objetivo (o no) cometió viles atropellos en contra de la dignidad del ser humano. Por ahora, mi intención no es ponderar a una de estas dos facetas, solo expongo la ambigüedad de su personalidad que va más allá de ideologías.

Con la muerte de Fidel he estado pensando lo satisfactorio que fuese si aquellas personas que quisieron demostrar que sus países latinoamericanos contaban con una fuerza gigante, y que querían elevar el amor y el espíritu de pertenecer a esta región en la que compartimos tanta cultura, hayan en la práctica mejorado notablemente la situación esos mismos pueblos que tanto creían en ellos. Que lindo sería que el socialismo del siglo XXI haya sido próspero y que Ecuador y Venezuela se encuentren en situaciones de lucidez económica. Una pena que no sea así, que la dura realidad me demuestre que la magnitud del daño que causó Fidel es abrumadora. Una pena que estos gobiernos actuales estén tan sujetos a temas de corrupción mientras la clase media se derrumba y tristemente, sus políticas económicas se quedan en los libros por esta simple razón: no funcionan.

Sé que esta fuerte realidad nos hace anhelar que las cosas hayan sido distintas, y a preguntarnos qué sería de nuestra situación si aquellas ideas de cambio no se hayan desfasado por egoísmo, exceso de poder, corrupción, poca diplomacia internacional, etc.

Pero no pasa nada, ese amor y sentimiento de orgullo por ser latinoamericanos va más allá de lo que pudieron hacer o no un par de dictadores que se aprovecharon de causas nobles, e incluso más allá de la política. No importa que Maduro quiera separar a dos pueblos, que quien los liberó quiso unificar, ni que nuestro presidente condecore a Cristina Fernández mientras la realidad la denigra, pues en Argentina está directamente involucrada en casi 300 denuncias por corrupción. Ellos no nos representan, somos mucho más que eso, somos más que un discurso a gritos en la ONU, somos más que un grupo guerrillero. A seguir luchando, siempre de manera pacífica, desarrollándonos y educándonos, aprendiendo del prójimo y ayudándolo. Es la mejor manera de engrandecernos y ser siempre independientes. Para que deje de haber desempleo y salarios africanos en países con precios europeos. Sigamos luchando ante la corrupción y las injusticias, y a por el sueño de Bolívar. Recordemos que no somos menos que nadie, sin importar quién gobierne. Demostrémosle al mundo que somos lo más grande que ha parido la Tierra. ¡Qué viva Latinoamérica!

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