Una breve introducción a la narrativa ecuatoriana contemporánea

Una novela corta que suele gustar a lectores de todo tipo, deja una impresión que perdura, producto de un indagar profundo en una psiquis espeluznante que, pese a la brevedad de la narración, no sufre de disminución. Es afortunado que esta obra viene acompañada de “El Retorno de las Moscas”, “Jardín Capelo” y “La otra muerte del doctor” en la recopilación “Novelas a la sombra”. Recomiendo continuar a la prosa larga de Vásconez, bien “Hoteles del Silencio” o “La Piel del Miedo”, bien “La Sombra del Apostador”, obras estrepitosas armadas con precisión y diestro estilo, llenas de instantes perturbadores, potentes, inmensamente satisfactorios.

En una vena similar, encuentro que el lector que desee indagar por primera vez en la obra de Leonardo Valencia hace bien al empezar con “Kazbek”, una novela breve contada a tres voces que conjugan la una con la otra como si fueran todas representaciones de una sola mente, un demiurgo cercenado en tres. Una vez más vemos un juego que maneja lo mejor del relato y lo mejor de la novela. Suelo entretenerme inventando finales diferentes para cada personaje, así de complejos resultan. La maestría de Valencia está en no dejar que el argumento se simplifique, obligando al lector a asumir lecturas que se contraponen. Recomiendo continuar luego a “El Desterrado”, en mi opinión su mejor novela, aunque quizás para muchos sea mejor seguir con “El Libro Flotante”.

“La curiosa muerte de María del Río” de Juan Pablo Castro Rodas, una novela policiaca digna de cualquier lector acérrimo del género, es también un ejercicio literario meritorio que no recae en la trampa de la formula y resulta una digna antípoda de “Los Años Perdidos”, donde nos deleita aquel personaje inolvidable, el delirante escritor Faustino Alcázar. Castro Rodas demuestra una habilidad que hoy evade a muchos escritores: el desarrollo puntual y creíble de personajes fascinantes. Léase también “Crueles cuentos para niños viejos”, una colección de relatos que demuestra un gran manejo de la ironía y del asombro.

Sandra Araya tiene dos novelas, recomiendo empezar con “La Familia del Dr. Lehman”, el impulso vertiginoso de esta perdura y puede acompañar y enriquecer una lectura de “Orange”, una obra más pausada, que requiere de más atención y hasta de una segunda lectura. Sandra Araya es una autora que evade, tanto la tentación del color local y al recato, cómo las expectativas tiesas de aquellos lectores impávidos, que creen haberlo visto todo.

Dejando a un lado las lecturas sucesivas, uno puede gozar de la obra de Jorge “Salvador” Izquierdo leyendo “Te Faruru” o “Una Comunidad Abstracta” a la par del libro de relatos “Autogol”.  Algunos lectores sufren cierto cautela al ser presentados con obras de tinte experimental, Izquierdo demuestra en sus relatos que domina también las estructuras convencionales y una lectura simultanea de sus obras logra un efecto de collage, alborotado y gratificante, en el cual el lector se puede perder sin miedo.

Andrés Cadena tiene a su nombre “Fuerzas Ficticias” y “Altanoche” dos libros de relatos. Recomiendo, y en esto el lector haría bien al ignorarme, empezar con “Altanoche” y atenerse al orden que tienen los cuentos. “Fuerzas Ficticias” se beneficia de una lectura tipo “rayuela”, en desorden. Siento que no exagero, ni estoy solo, cuando digo que Cadena se está convirtiendo en la voz más potente que tiene el relato ecuatoriano.

 

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