Avalancha

En otras palabras, han resuelto usar un negociado para tapar otro negociado. Un delito para cubrir otro delito. Basura para esconder basura. Pretenden limpiar la pestilencia de una cloaca echándole más inmundicia a la cloaca. (Y mientras tanto, millones de ecuatorianos sufren pobreza, desempleo e inseguridad…).

Cuentan a su favor con una justicia que está a su servicio; con todos los poderes del Estado sometidos a la voluntad de un solo individuo; con un emporio de medios de comunicación entregados a la propaganda; y con un sistema electoral a su medida. Tienen hasta una Constitución que está hecha para perennizar no solo un modelo económico estatista y un modelo político autoritario, sino para consagrar también su impunidad. Y de paso cuentan a su favor con ciertas tiendas políticas que se dicen opositoras.

Pero nada de eso es suficiente. Como no pueden controlar al Departamento de Justicia de EE. UU. tal como controlan a la justicia ecuatoriana, han comenzado a preparar el terreno para su autoencubrimiento. Han salido, por ejemplo, con la increíble teoría de que las coimas no causan un perjuicio económico al Estado, sino al contratista… (¿Será esto parte de la consulta del “pacto ético”?). No habría que asombrarse, entonces, de que a los pocos apresados por el caso Petroecuador se los termine sancionando por cohecho simplemente. Como tampoco hay que asombrarse si son sentenciados dentro de poco, con lo que dirán que el caso terminó.

Continuando con su encubrimiento preventivo, han dicho que no darán validez alguna a los nombres de los funcionarios ecuatorianos corruptos que fueron delatados por los ejecutivos de Odebrecht al Gobierno estadounidense. Han dicho que no creen en la fórmula de la delación –olvidándose de que ella ya existe en el Ecuador y de que tenemos precedentes– y que tampoco confían en la independencia del Departamento de Justicia de EE. UU. (No es broma…).

Lo único que falta es que nos digan que el cabecilla de la banda petrolera ha sido un abogado que fue detenido en Lima, y al que lo acusan prácticamente de todos los delitos habidos en el Código Penal. Nunca nos dirán cómo así, si fuese ello cierto, lo encausan recién ahora, luego de una década en el poder; y cómo así recién se enteran de sus supuestas fechorías.

Pero nada de lo anterior será suficiente para ocultar el mar de corrupción en que navegan. La justicia brasileña y estadounidense seguirán adelante. Las nuevas acusaciones contra Lula –a quien profesan verdadera adoración– están revelando más y más sobre sus prácticas de corrupción a los gobiernos de la región. En realidad, el destape de Odebrecht recién ha comenzado. Por eso, y por mucho más, es que acá harán lo indecible para perpetuarse en el poder. (O)

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