El acierto histórico de Lasso

A muchos la verdad pura y dura incomoda. Están dispuestos a dejar pasar un enfrentamiento frontal contra lo espurio por buscar alternativas más “prácticas”. Y es precisamente de “poco práctica” que ha sido calificada la postura del ex-candidato Guillermo Lasso frente al turbio nombramiento del Licenciado Lenin Moreno como ganador de la contienda electoral de abril.

Sin embargo, la actitud de Lasso es acertadísima. Colocarse en pleno desconocimiento de la presidencia de Moreno le da la autoridad moral para enfrentar un gobierno que propone más de lo mismo. Llamar a las cosas por su nombre le da a su discurso la claridad de poder señalar aquello que está mal con el modelo. Si algo, su actuar lo coloca en la mejor posición para, desde la oposición, ser el vocero del cambio real que el país necesita, y no un alcahuete de soluciones a medias tintas.

Pero además, ¿Qué alternativas le quedaban a Lasso ante el panorama? No llamar a las cosas por su nombre en busca de una posibilidad de “influir” en el poscorreismo habría sido un error histórico de gran magnitud. El gobierno entrante no muestra, más allá de un discurso vacío, visos de querer enmendar aquellas posturas más radicales del correismo. La desventaja numérica en la Asamblea –producto de un sistema amañado– bloquea toda posibilidad de la oposición de incidir directamente en las políticas públicas. Una actitud más “práctica” de Lasso no habría dado ningún rédito, y más bien habría restado credibilidad a su palabra y a su lucha por un verdadero cambio.

El fraude es notorio, y no en vano ha movilizado a miles de ciudadanos espontáneamente a manifestarse. El fraude no es un discurso inventado por CREO para enfrentar una derrota. Y el fraude se evidencia más allá del número de actas con inconsistencias numéricas que, con suma dificultad dado el arreglo institucional, CREO logró recabar como evidencia. El fraude está en imposibles estadísticos, en el apagón electoral, en la violación a la cadena de custodia, y en una larga lista de etcéteras. Lasso entró a la campaña sabiendo el sistema que enfrentaba, pese a ello no tomó la actitud timorata de cruzarse de brazos mientras otros juegan con el destino del país. Pero así mismo, ha tomado la actitud valiente de denunciar públicamente aquello que es el evidente resultado de un sistema corrupto y amañado, el evidente fraude electoral.

La actitud de Lasso será recordada como un acierto histórico. El acierto de ser el primer político de oposición en llamar a las cosas por su nombre. El acierto de combatir frontalmente a un gobierno que carece de legitimidad y credibilidad, sin medias tintas. El acierto de no convertirse en cómplice de un gobierno espurio, buscando influir en el mismo. El acierto de estar en sintonía con su electorado, de ser la voz de millones de ecuatorianos cansados de un gobierno de abusos. Puede a muchos no sonar “práctico”, pero es lo correcto. Y éste fuera otro país si muchos políticos hubieran optado por hacer lo correcto cuando las circunstancias se los exigían.

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