Sin salida

Ya nadie defiende al régimen bolivariano, salvo algunas escasas excepciones, no honrosas por cierto, como la de los gobiernos de Bolivia, Ecuador, Nicaragua y desde luego Cuba, el gran beneficiado, a los que en los hechos se suma el de Uruguay, más los “mediadores” con Rodríguez Zapatero a la cabeza, y hasta ahora el papa Francisco, muy presionado por obispos venezolanos cansados de “la blandura” del Pontífice (en reserva se habla de complicidad).

Los prelados venezolanos fueron a Roma a explicarle al Papa que lo que hay en Venezuela es una dictadura y también plantearle, según se asegura, la necesidad de que modifique su postura.

Todo ello tanto por el bien de Venezuela como por su propia imagen: en las últimas semanas ha circulado a nivel continental por WhatsApp un mensaje muy duro contra el jefe de la Iglesia Católica, el que ha sido motivo de muchos artículos de crítica y análisis sobre la conducta vaticana. El mensaje dice “19 muertos en Inglaterra: el Papa habló de ‘barbárico ataque’. 54 muertos en Venezuela. El Papa dijo que dialoguen con Maduro”.

Lo concreto es que un 73% de los venezolanos, según las encuestas, están contra la gestión de Nicolás Maduro. Pero más importante que ello, es lo que dicen los venezolanos con su presencia diaria en la calle, protestando y no cediendo ante la dura represión.

Los números que puede exhibir el Gobierno, en cambio, son elocuentes y terribles: 60 asesinados, 3.000 detenidos de los que la mitad permanecen presos, muchos de ellos torturados, más los presos políticos. Y esto sin mencionar a otros espantos referente a la economía, el abastecimiento, la salud.

Parecería que hay un 27% que apoya a Maduro, pero no es así. Si se descuentan los que no saben y no opinan, y los que temen opinar, los maduristas no llegarían al 18%.

Pero, como se sabe, hay veces que las estadísticas confunden. Y este sería un caso. En ese 18% están Maduro, Diosdado Cabello, los “capos” (hay que llamarles así) de la Corte de Justicia, del Tribunal Electoral y por supuesto de las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional bolivarianas, más los miembros de los grupos de choque fascistas, todos motorizados, bien armados, arropados y mejor alimentados.

Esta realidad y la decisión de Maduro y todos sus mandos de seguir la política de Asad en Siria de mantenerse en el poder cueste lo que cueste (léase aunque se deba asesinar a todos los disidentes), lleva a concluir que la tragedia venezolana puede ser aun peor.

El chavismo y sus popes, más las fuerzas armadas y policiales están acorralados por sus propios actos. Y esto es malo porque, como se sabe, acorraladas hasta las ratas pelean. Ellos saben que no tiene salida y que solo podrán sobrevivir manteniéndose en el poder. Y harán lo que sea para ello, como lo están haciendo.

Duele pensarlo y mucho más ser augur de malas nuevas, pero no se vislumbra una salida fácil y menos negociada. Y esto lo tienen muy claro los chavistas porque ellos manejan todos los números, los que se conocen y los que solo ellos saben. Aunque los amigos, protectores y mediadores de Maduro, “se den vuelta” (algunos y uno en particular es hábil en este tipo de piruetas) y presionen para una salida, hay un aspecto que tiene que ver con “garantías”, difícil de resolver.

Maduro podría irse a Cuba y quizás algunos más, pero ¿y el resto? A los que tienen bienes e inversiones en EE.UU. no les será fácil: muchos ya están embargados, y a los que buscaron otras costas, tendrán que transitar por caminos muy pedregosos o mares embravecidos para llegar hasta ellas.

Aún en la mejor hipótesis de que pudiera llegarse a una transición dialogada y pacífica hacia la democracia, hay un elemento que va a surgir después y que se sumara a la crisis y la tragedia venezolanas, y tiene que ver con lo que se van a encontrar quienes asuman la conducción del país, tras estas dos décadas de revolución chavista.

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