Cuentos prohibidos

Este mes la noticia que aparece en los medios es la del triste fallecimiento de un joven norteamericano, Otto Warmbier, quien seguramente ha sido victima del opresivo sistema carcelario de la República Popular Democrática de Corea.

Lamentable es, sin embargo, que las noticias olviden, tan fácilmente, a los 25 millones de norcoreanos que viven esclavizados bajo el régimen totalitario e inhumano, en un lugar que se parece a un enorme campo de concentración, más que a un país.

En el pasado los detalles respecto a lo que ocurría en el norte de la península coreana llegaban a través de los disidentes norcoreanos que vivían desde hace muchos años en Corea del Sur. Ahora, en cambio, hay revelaciones que salen desde el interior. Hace pocos meses se publicó, un objeto extraño para ese mundo hípercontrolado, un libro titulado «La acusación: Cuentos prohibidos del Corea del Norte» (Libros del Asteroide, 2017), que arroja luz sobre la realidad cotidiana de los norcoreanos.

El manuscrito del libro, escrito a lápiz, amarillento y manoseado, fue sacado de ese país marxista en secreto por el activista de Derechos Humanos, Do Hee-yun, y ahora, para nuestra fortuna, ha sido traducido a varios idiomas. La acusación, escrito por Bandi, seudónimo que usa el autor, es la primera obra de ficción escrita por alguien quien aún vive dentro de Corea del Norte. Y a través de siete relatos, fechados desde 1989 a 1995– es decir, durante los periodos de Kim II-sung y Kim Jong-il– y la terrible hambruna de los 90, La acusación deja al lector vislumbrar momentáneamente la vida diaria de los norcoreanos, confirmando la angustia y la desolación que se viven a un lado del paralelo 38.

Los siete relatos de La acusación se asemejan todos en la manifestación de lo profundo y, a veces, tragicómico que puede llegar a ser el sufrimiento humano. En el segundo relato La ciudad del fantasma el niño Myeong-shik está asustado por dos retratos enormes de Karl Marx y Kim ll-sung que, en preparación para el día de la fiesta nacional, se han colgado de los edificios de Pyongyang, y que se pueden observar desde la ventana de su cuarto en el edificio 5. Entonces su mamá, como haría toda madre, cuelga unas cortinas oscuras para tapar a los dos rostros miedosos que dan al cuarto de su hijo. Sin embargo, la familia se ve obligada por las autoridades a bajar las cortinas porque no encajan con la estética permitida por el régimen. Entonces, el papá del niño, asustado, termina retirando las cortinas al apuro, pero el daño ya esta hecho: toda la familia es expulsada de la ciudad y reubicada en el campo. En Corea del Norte el campo es sinónimo de castigo, lejos de los privilegiados que viven en las ciudades.

En otro cuento, los ciudadanos de Pyongyang tienen que dejar flores tres veces al día en el mausoleo del Gran Líder, Kim Il-sung, porque saben que sus visitas están siendo contadas por policías del régimen. Es tan absurdo que cuando hay una escasez de flores en la ciudad por la excesiva alabanza a la tumba de Kim II-sung, los ciudadanos se ven obligados a buscar más flores en los bosques y montañas en las afueras de la ciudad, todo por evitar ser tildados de antirrevolucionarios y, obviamente, castigados. Los relatos demuestran la horrífica ridiculez de la sociedad de la vigilancia y confirman la falsedad de las lágrimas públicas que se vieron en las noticias cuando murió El Amado Líder, Kim Jong-il.

El país representado en «La acusación» es uno donde reina la arbitrariedad. En el relato La fuga del norte, nos podemos dar cuenta de cómo funciona la estratificación social del país. Si un pariente, abuelo o tío abuelo, murió en la guerra con Japón, se convierte, de hecho, en mártir; por lo tanto, las generaciones siguientes tendrán beneficios y privilegios. Sin embargo, si, por ejemplo, un miembro de la familia logró escapar y exiliarse en el Sur, toda la familia y las siguientes generaciones estarán condenadas a una vida miserable, fuera del Partido y manchadas, buscando formas desesperadas para poder ser readmitidos al al Partido y lograr sobrevivir.

«La acusación: Cuentos prohibidos del Corea del Norte» es un libro poderoso que nos abre una ventana a las vidas reales de los norcoreanos y, al mismo tiempo, denuncia frontalmente al régimen dinástico. Los siete relatos del libro son aterradores y tristes, pero de alguna manera también alentadores porque lo que más llama la atención es la humanidad firme y desafiante; una humanidad que ningún sistema o régimen, por más que intente robotizar a la población, puede acabar con el amor de una esposa a su esposo, la amistad de dos viejos compañeros o la relación estrecha entre madre e hijo. Este libro nos hace acuerdo de que hay muchos más colores y sentimientos además de misiles y militares en Corea del Norte.

Bandi es el primer autor quien escribe desde Corea del Norte y ojalá, a la larga, esté destinado a convertirse en una especie de Aleksandr Solzhenitsyn, un escritor que revela los horrores reales de la distopia desde dentro.

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