Los libros a veces sirven

Me lo contó a propósito de un artículo que yo había escrito sobre la necesidad de implementar de nuevo aquella antigua cátedra que teníamos en el bachillerato en mis años jóvenes. Paso por alto muchos detalles para no perder de vista el tema que quiero enfocar.

Interesado en romper esa apatía natural que se da entre los jóvenes, sobre todo cuando se incluye una actividad extracurricular, después de dar algunas clases teóricas en las que se habló sobre diferentes formas de gobierno, sobre los poderes que constituyen un Estado, la importancia de la independencia de unos frente a los otros, en fin, después de sentar las bases necesarias para seguir adelante, les recomendó la lectura de dos libros, dos novelas: “Rebelión en la granja” (1945), de George Orwell, y “Los viajes de Gulliver” (1726), de Jonathan Swift. Mi primera pregunta fue cómo reaccionaron los alumnos ante estos libros. “Los que los leyeron se entusiasmaron, sobre todo con el libro de Orwell que es un libro más bien breve. El de Gulliver tiene el inconveniente de su extensión, alrededor de las quinientas páginas”.

Un hecho curioso, en la época en que enseñaba redacción periodística en el IPAC, yo también utilizaba “Los viajes de Gulliver” pero con el objetivo de ilustrarles a los alumnos algunos problemas relacionados con el lenguaje, mientras que mi amigo ponía énfasis en el análisis que se hace de algunos sistemas de gobierno, cómo funcionan, cómo se relacionan las autoridades con los ciudadanos y una visión crítica muy aguda y penetrante del comportamiento de los gobernantes al punto de hacerle exclamar al gobernador del País de los Gigantes: “Pobres ciudadanos. Cómo les compadezco”.

Este “invento” pedagógico dio resultado. La forma de llegar al alumno ha sido acertada. En lugar de darles a leer algún ensayo denso, muchas veces pesado y hasta puede darse el caso de que también sea confuso, se ha recurrido a una manera entretenida –y al mismo tiempo inteligente– de poner en funcionamiento sus neuronas al punto de capacitar a los alumnos no solo a discurrir sino también a llegar a conclusiones que les ayudan a comprender lo que sucede en ese difícil manejo de la cosa pública.

Otra conclusión válida que se puede obtener de esta historia es que no son imprescindibles grandes sumas de dinero ni tener acceso a los últimos gritos –que también pueden convertirse fácilmente en berridos– de la tecnología que hoy día se presenta como la varita mágica de los cuentos de hadas que puede convertir el más ruin plomo en oro y el más desagradable sapo en un apuesto príncipe. Es la imaginación, pues, la que nos va a rescatar de este marasmo en que nos encontramos sumergidos, y no el invento de fórmulas y métodos que creemos que son extraordinarios, únicos y redentores, cuando no pasan de lisa y llanamente pura bazofia.

La idea de aconsejarles a sus alumnos dos libros que están al alcance de todos tiene un pequeño gran inconveniente: que el profesor posea el bagaje intelectual suficiente para saber, llegado el momento, qué libro recomendar; es decir, que el profesor sea, por encima de todas las cosas, un buen lector y no se encuentre dentro de esa casilla de la última encuesta que nos informa que el paraguayo lee, por término medio ¡una hoja de libro por año!

Por último, que el profesor entienda que la literatura no es esa materia inútil que se enseña en el colegio, sino que ella forma parte importante, de manera muy activa, en nuestra formación general. Entender que la literatura no es esa serie de relatos insulsos desprendidos de las necesidades de la vida cotidiana hablándonos de un señor medio loco que anda creándose conflictos por el mundo montado en una mula y acompañado de un hombre bajito, rechoncho, resignado con su destino. La literatura muy bien puede hacernos comprender el lodazal en que nos han sumergido nuestros políticos. (O)

Jesús Ruiz Nestosa es escritor paraguayo. Su texto ha sido publicado originalmente en el diario ABC Color, de Asunción, Paraguay.

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