¿Hasta cuándo nos ven la cara?

Las buenas intenciones, y las decisiones del presidente Lenín Moreno, que una mayoría de ecuatorianos respalda, al parecer no son suficientes. Diez años no se borran fácilmente. Es casi el período durante el cual gobernaron el nazismo y el fascismo. La mafia no solo que saqueó los fondos públicos, gracias al control que tuvo de las instituciones, sino que ahora esas instituciones –salvo contadas excepciones– se aprestan a cubrirle sus espaldas. Doble crimen. Si ayer la justicia correísta le servía a esta pandilla para perseguir a quienes pensaban diferente, y facilitarle, así, el robo desaforado, hoy, esa misma justicia se apresta a impedir su sanción.

Es gracias a esa seguridad de sentirse protegidos que esta mafia se da el lujo de burlarse de los ecuatorianos. ¡Cómo se han de reír del país! Que las coimas son un asunto entre privados; que ellas no causan un perjuicio al Estado; que son simple “donaciones de cortesía”; que un buen día aparecen millones en mi cuenta y no sé de dónde vinieron; que le pagaba a un tío millones para que nos ayude a conseguir contratos públicos, y que eso no es delito; que soy el funcionario más auditado de la historia (claro, investigado por un contralor corrupto…); que los audios sí valen para encausar a unos, pero no a otros; que las delaciones no valen pese a que la ley dice lo contrario; que soy coleccionista de pasajes aéreos; que no puedo llegar a un acuerdo con un exministro detenido porque pone condiciones –qué delator no las pone…–; que solo recibo coimas al contado; y así por el estilo.

Desde el Departamento de Justicia de los Estados Unidos hasta las fiscalías del Perú o Brasil, deben estar asombrados de cómo en el Ecuador, con las evidencias que existen, pueden seguir muy campantes estos mafiosos, y sus cómplices; cómo siguen tan prepotentes, viajando, insultando, pavoneándose, y cómo sus marionetas pretenden distraernos con chivos expiatorios de poca monta. En cualquier país del mundo los capos de la mafia que nos gobernó, incluyendo al capo di tutti capi, ya estuvieran al menos encausados. La criminalidad moderna ha cambiado radicalmente. Lo que no ha cambiado es nuestra cultura jurídica, y nuestro sistema político e instituciones. Siguen queriendo vernos la cara con la cantaleta que el lavado de activos, el crimen organizado, el enriquecimiento ilícito, etcétera, se deben cometer ante notarios públicos para ser sancionados.

Tal parece, entonces, que la convocatoria a una Asamblea Constituyente resulta inevitable. Una Constituyente que no nazca del poder constituido para encubrir al pasado, como en la Venezuela de Maduro; sino una que nazca de la ciudadanía, como lo prevé el artículo 444 de la Constitución, y que nazca para sepultar a ese régimen fascista y corrupto que nos gobernó. Quizás hasta el presidente Moreno lo agradecería. (O)

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