Tiburones

Juan Carlos Díaz Granados
Guayaquil, Ecuador

Además de ser los acreedores de una deuda chueca que resulta en intereses y plazos abusivos para financiar el excesivo gasto público del gobierno anterior, ahora los chinos sienten la confianza para venir con una flota de trescientos barcos a arrasar con los tiburones de uno de los cinco mejores lugares de buceo del mundo: Galápagos.

Esto no es nuevo.  Como buzo, he contemplado, en varias ocasiones, embarcaciones chinas pescando tiburones dentro de la reserva, en las islas más lejanas del archipiélago.  Cuando después de una semana regresaba a bucear, la embarcación seguía pescando en el mismo lugar.

Esto se suscita porque le están pagando a una autoridad por la protección necesaria para operar y la Armada no puede responder, porque no tiene los recursos para pagar el combustible necesario para patrullar una zona tan amplia.  Todo apunta a que ambas cosas ocurrieron en el caso de la flota de trescientos barcos chinos.

Fastidia que a la mayoría de Alianza País no le interese tratar este tema en la Asamblea Nacional.  Se negaron a debatir una resolución para pedirle a China las explicaciones que le corresponden ofrecer ante tremenda ofensa.  Solamente en la bodega del buque capturado se encontraron más de seis mil seiscientos veintitrés tiburones de las especies martillo, sedoso, zorro pelágico y mako.  Son escualos que están en peligro de extinción y que el Ecuador ha consentido proteger cuando firmó la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) procedentes del mar.

Llevamos una década hablando sobre promover el turismo, la industria sin chimenea; pero cuando hay defender la fauna marina que lo sustenta, el oficialismo opta por encubrir a quienes están recibiendo dinero para que los chinos pesquen relajados en la reserva.

Es claro que después de la película “Tiburón” muchas personas no compadecen a estos animales.  La realidad es que es hermoso observarlos desplazarse con gracia por los océanos, cumpliendo su misión en el ecosistema.  No tienen las características humanas negativas que la película les atribuye.

Si la belleza que describo no es suficiente para algunos, veámoslo desde el punto de vista económico: se calcula que cada tiburón vivo genera doscientos veinte mil dólares en turismo, mientras que la venta de uno muerto, tan solo trescientos dólares, que en este caso, se llevan los chinos.

Palau sanciona con un millón novecientos mil dólares la pesca ilícita de cada tiburón.  Por eso el buceo en Palau es extraordinario.  Una multa de ese calibre demuestra que el gobierno de ese país conoce la importancia de conservar tiburones y la fauna marina para atraer a los turistas.  Con un castigo así los pescadores ilegales saben a qué atenerse.

Los tiburones no conocen de zonas exclusivas o límites de mares territoriales.  Simplemente los cruzan para buscar alimento o reproducirse.  Por eso es que debemos sancionar a los tiburones terrestres que promueven actos ilegales de pesca.  Cuando un país persigue los actos prohibidos aplicando todo el rigor de la Ley, a nadie se le ocurre cometerlos.

Es por esto que aplaudo la actuación de la jueza de la Unidad Judicial Multicompetente de San Cristóbal, Alexandra Arroyo, quien condenó a la tripulación china a cuatro años de prisión por el delito de tenencia y transporte de especies protegidas; al pago de 5.9 millones de dólares por concepto de indemnización y el decomiso de la embarcación capturada mientras faenaba en la reserva.  Eso no ha ocurrido en casos producidos durante el gobierno anterior.

Ahora falta derogar el decreto ejecutivo que permite la pesca incidental de tiburones (a los chinos les encanta la aleta de tiburón) y encontrar a los autores intelectuales que permitieron pescar ilegalmente a la flota china.    Pareciera que cuando de China se trata, el Ecuador siempre tiene las de perder.  Nada de lo acontecido es producto del azar.  Algunos ganaron bastantes dólares ilegalmente.

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