Hacia tierra firme

Si bien la historia del Capitán de Corbeta Edwin Ortega Sevilla, quien en el 2016 respondió a un correo electrónico presidencial, ha salido a la luz pública por su peculiaridad, la impresión de sus memorias de 30 años de trayectoria compiladas en «Hacia Tierra Firme» invita a adentrarnos en el mundo de constante lucha interior por la autosuperación, en la historia de una vida entregada a las Fuerzas Armadas del Ecuador y cuya carrera militar ha llegado a su fin como un despojo más de quien lideró el gobierno más corrupto en la historia nacional.

Encontramos muchas respuestas a nuestras preguntas acumuladas en esta década de abusos no solo contra la sociedad civil, sino contra la familia militar. ¿Qué pensaban y sentían los soldados y sus líderes ante el vil desalojo de Monte Sinaí en el que estuvieron obligados a participar; o ante la caótica respuesta oficial cuando el Terremoto del 16 de abril del 2016?

El silencio institucional y la obediencia obligada ante actos tan repudiables no fueron órdenes ejecutadas con orgullo, y muy al contrario, fueron sembrando insatisfacción y la desunión a la que tanto aspiraba el régimen del Socialismo Siglo XXI.

La historia del Capitán Ortega es la de un soldado de honor, proveniente de una familia de carreras militares truncadas: su padre oficial del Ejército falleció tempranamente y su tío desistió del uniforme. Sin embargo, estas figuras mantuvieron su inspiración que la fue afianzando a medida que iba conquistando todos los méritos posibles y que lo convirtieron en líder de sus hombres.

Su personalidad se va perfilando tanto en el reconocimiento a los instructores que le dejaron sus más preciadas enseñanzas como en las referencias a las deserciones de sus compañeros que detectaron injusticias dentro de las FFAA. Da cuenta de perfeccionismo e idealismo con sus críticas a la mediocridad y al “palanqueo” de unos cuantos, en oposición a su visión de liderazgo: “Cualidad que hasta ahora se la gana en base al ejemplo y exigencia en el constante adiestramiento”.

La figura férrea de Ortega Sevilla se va consolidando a cada nueva experiencia. En el capítulo de su servicio como observador militar de la ONU en Liberia vive en carne propia una crisis humanitaria profundizada por la corrupción político-militar, experiencia que afinaría su olfato al peligro.

El de Ortega Sevilla es un libro inesperado, lleno de anécdotas, reflexiones, “avivadas”, discursos, abundantes escenas de entrenamiento extremo, todo en metalenguaje militar y casi cinematográfico, que nos permite, quizás por primera vez para el ciudadano común, conocer el sacrificio, la adrenalina, los objetivos que solo se alcanzan con sudor y hasta con lágrimas en los cuarteles; mientras nosotros vivimos las comodidades ilimitadas del mundo exterior. Con una descripción segundo a segundo de una parada militar, desde la óptica de sus protagonistas en las filas, y no como acostumbramos a verlas desde el graderío o la tv, el capitán escritor nos introduce a la vívida experiencia del orgullo de un soldado al lucir su uniforme.

Tras la década en la cual el poder enseñó a descalificar y a ser dueños de una verdad absoluta, «Hacia Tierra Firme» se constituye en un referente para la ciudadanía, para todas las reservas idealistas de la nación que jamás se doblegaron ante la ignominia, y para las futuras generaciones de comandos que podrán encontrar plasmado en estas páginas el honor que quiso arrebatarles, no el supuesto enemigo externo, sino aquel que acecha y se infiltra en el poder.

La formación y el entrenamiento de élite de la élite del Capitán Ortega, quien elevó su voz ante las amenazas del ex presidente Correa contra la seguridad social de su institución (ISSFA), la impunidad y la corrupción imperantes en el Ecuador y en defensa de los principios y valores militares, nos deja en claro que este soldado de excelencia comprometido con la libertad iría a responder a la altura de las circunstancias.

Al tiempo que, por falta de garantías, Ortega solicitó su baja de la institución que tanto amó, Correa lucha por conservar el poder judicial en el Ecuador. Sería la última víctima que sin derecho intenta destruir. Pero en la historia, ya casi sin oxígeno, el capitán mató al tiburón.

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