De las mentiras al dinero

En días pasados ya fue apresado Julio De Vido, el superministro de los Kirchner, encargado, entre otros, de las llamadas áreas estratégicas. La detención de De Vido se sumó a otras de personajes claves del kirchnerismo.

Todos estos procesos parece que terminarían en la detención de Cristina Kirchner, quien enfrenta varias causas penales. Después de todo ella creó el marco jurídico y político necesario –promulgación de decretos declarando emergencias, etc.– para que ocurra el saqueo de los fondos públicos. Tal como sucedió en el Ecuador, con la diferencia de que acá no hay quien toque al jefe de la mafia (al menos por ahora) por su responsabilidad en el saqueo de acá.

Los delitos por los que está cayendo la mafia Kirchner tienen ciertas complejidades. Por un lado, está la existencia de organizaciones criminales, con una jerarquía y funciones repartidas entre sus miembros. Por el otro, está el hecho de que ellas crecieron dentro –no al margen– del Estado, y con la protección de altos funcionarios públicos. Y el tercero es la presencia de un complejo de redes transnacionales que complican la ubicación, congelamiento y recuperación de los dineros mal habidos. Es por ello por lo que la jurisprudencia que viene desarrollando la prestigiosa Sala II de la Cámara Federal de Argentina, que conoce de muchos de estos casos, es de especial importancia.

Así, por ejemplo, para el juez Irurzun los acusados de corrupción deben ser detenidos no solo cuando haya probabilidades de fuga, sino también cuando se trata de exfuncionarios que han tenido mucho poder en el Estado y que conservan parte de él, y, en consecuencia, están en condiciones de interferir objetivamente en la investigación. Tal fue el caso del exvicepresidente Boudou. Y, más aún, cuando son funcionarios en ejercicio de cargos importantes, como fue el caso de De Vido que era senador al momento de su detención. Es la llamada doctrina Irurzun, que también llevaría a Cristina a la cárcel. Una lógica similar se desarrolló en Brasil por el caso Lava Jato. Y es la que debería aplicarse en el Ecuador si hubiera acá un gramo de entereza y profesionalismo en ciertos funcionarios y magistrados.

Gracias al destape que viene auspiciando el actual gobierno, el país sigue asqueándose por el tamaño de la corrupción y de las mentiras del anterior régimen; e indignándose, cada vez más, por el cinismo de una secta de correístas fanáticos que se hacen los desentendidos de todo lo ocurrido. Al parecer su movimiento político estuvo pegado con baba, con la baba del billete y del abuso. Ido el dictador, todo se les está desintegrando.

El desafío es enorme. La ruta de las mentiras nos llevaría a la ruta del dinero. Se ha avanzado en la primera, pero nos queda mucho por hacer en la segunda. (O)

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