El «Origen», según Dan Brown

«Origen«, ha arrasado en todo el mundo.

Las novelas de Brown han vendido más de 200 millones de ejemplares  y  se han traducido a 56 idiomas. Ha sido No. 1 del New York Times por seis de sus novelas: «El código Da Vinci», «Ángeles y Demonios», «Inferno», «El símbolo perdido», «La Conspiración» y «Fortaleza Digital».

Sony hará la película.

Y digo que lo hizo otra vez no sólo por su éxito en ventas, sino por el revuelo  que se ha armado por «Origen», similar al que se armó en su época con «El Código Da Vinci», cuando Brown escribió sobre la búsqueda del Santo Grial y sobre la supuesta descendencia de Cristo.

Parece como si Brown tuviera tino para sacarnos de nuestra zona de confort.

En «Origen», el protagonista Robert Langdon, profesor de simbología e iconografía religiosa de la universidad de Harvard, acude al Museo Guggenheim Bilbao para asistir a la conferencia de Edmond Kirsch, un científico informático, futurólogo, inventor de innovaciones transcendentales en el campo de la robótica, la neurociencia, la inteligencia artificial y la nanotecnología, quien ha prometido informar sobre un descubrimiento científico que dará respuesta a dos de las preguntas básicas de la humanidad: ¿De dónde venimos?  ¿A dónde vamos?

En medio de la presentación estalla el caos y Langdon y la directora del Museo, Ambra Vidal deben huir a Barcelona para tratar de salvar el mensaje del futurólogo.

A partir de allí, como es lo usual en sus novelas, el maestro del suspenso que es Brown nos sumerge en un emocionante torbellino de sospechas, persecuciones, pistas falsas, símbolos misteriosos en obras de arte, recorridos secretos por edificios históricos o sitios ignorados que nos dejan perplejos.

Y me llama la atención que siendo precisamente Dan Brown un autor de ficción, de novela policíaca, por más señas, (en las que siempre hay un caso enigmático por resolver, con una víctima, un investigador y un criminal, donde el protagonista debe desentrañar el crimen ejercitando las células grises de su cerebro, como diría Agatha Christie), sea precisamente él quien genere tanta controversia, logrando ofender en el siglo xxi a tantas personas cuando habla de la evolución de las especies.

Similar a lo que ocurrió con «El Código Da Vinci»,  que llegó a ser prácticamente un libro maldito, (como dice el verso del poeta cubano José Ángel Buesa: «yo seré en tu recuerdo como un libro prohibido, uno de esos que nadie confiesa haber leído…»), porque Brown osó mencionar que Jesucrito pudo haber tenido una hija con María Magdalena.

Yo, como católica, no logro entender porqué una novela policíaca de ciencia ficción podría resquebrajar el edificio de mi fe, o confundirme en mis ideas cristianas. Más bien, éste tipo de razonamientos cerrados y ultra conservadores me recuerdan las quemas de libros de los nazis, las cazas de brujas y los abominables práctivas de la Inquisición.

Pienso que si la gente se aleja de la religión, no es a causa de la calenturienta imaginación de los autores de novelas o de sus pensamientos profanos, sino más bien, en muchas ocasiones, por los defectos de la vida religiosa y moral de nosotros los cristianos, especialmente, por nuestra soberbia y falta de compasión.

Las personas que verdaderamente tienen fe en Cristo, se la deben a haber tenido un encuentro profundo y personal con Jesús, el Buen Pastor, tal como le sucedió al apóstol Pablo en el camino de Damasco, y no, a haber sido cuidadosamente adoctrinadas y a leer solamente libros correctos, que no son contrarios a la religión y que tienen la bendición papal.

En tiempo de grandes avances científicos, en que la información se actualiza tan rápidamente, «donde los mismos instrumentos que hoy viven fuera de nuestro cuerpo, como celulares, audífonos, gafas correctoras, dentro de 50 años estarán incorporados en nuestro organismo hasta el extremo de que seremos una especie híbrida, fusión de biología y tecnología, que nos alejará de la definición del «Homo Sapiens», como hace mención Brown en «Origen», en los que seremos desafiados a enfrentar grandes cambios climáticos y paradigmáticos resulta  realmente inoficiosa la discusión de si venimos directamente del Jardín del Edén o no o si somos producto de la evolución de las especies

Ahora vamos a tener que pensar de manera coherente y proactiva para sobrevivir y construirnos un mundo mejor para todos.

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