El regreso del padrino

Por ejemplo, los pirómanos –por la incidencia sexual de su delito– son los que más acostumbran a hacerlo. Los asaltantes de casas tienden a regresar para volver a robar en ellas. En muchos de estos casos esta conducta se debe a su narcisismo: sienten un afán de demostrar que son muy inteligentes y que pueden regresar sin ser atrapados. Otros encuentran placer en ver el daño que causaron. Hay otros que quieren asegurarse de que la Policía no tenga pistas de ellos. Y hay delincuentes que regresan para demostrarles a los testigos lo poderosos que ellos son, y así amedrentarlos.

El regreso del jefe de la mafia, el capo di tutti capi –en avión de millonario y medio escondido–, parecería encajar en el mencionado patrón conductual. Su regreso al lugar donde provocó tanto daño parecería tener varios propósitos similares a los antes anotados. Uno, sería amedrentar al tribunal que está juzgando a su hombre de confianza, al que organizó una red de corrupción gigantesca desde su despacho, usando todos los mecanismos jurídicos y resortes del poder, órganos de control, jueces, cortes, decretos, etcétera. (Algo insólito en nuestra historia). Otro, sería darles un espaldarazo a sus entrañables jueces constitucionales que tan fielmente le sirvieron a él por años. Como se sabe, en estos días estos señores deberán emitir su dictamen a la consulta del presidente Lenín Moreno y no sería de extrañarse que la distorsionen. Una de las preguntas que más incomoda a la mafia es la relacionada con el Consejo de Participación, pues de aprobársela, el andamiaje de impunidad que montó el pasado régimen podría desaparecer.

El padrino regresa, por lo demás, sabiendo que es intocable. Que ese andamiaje de impunidad que él dejó instalado todavía funciona. Si viviéramos en otro país, si tuviésemos jueces independientes y autoridades probas, él habría sido llamado a declarar como testigo en todos los casos de corrupción que se están investigando y juzgando, y a la presente bien podría estar encausado, tal como ha sucedido con otros expresidentes de la región por el caso Odebrecht. Recuérdese que el exvicepresidente está siendo juzgado por conformar una asociación para la comisión de delitos. (Delitos que se supone serán investigados y juzgados más adelante…), y su oficina, que era donde se fraguaba esa red de corrupción, quedaba a pocos metros del despacho del expresidente. Resulta inaudito, por ello, que ningún juez o fiscal no vea la necesidad de vincularlo judicialmente e investigar su papel en esa red de corrupción; de conocer, por ejemplo, sus correos electrónicos, que son documentos públicos; y de allí abrir sendas pesquisas que fácilmente podrían arrojar importantes resultados.

Pero nada de eso ocurre. Con razón es que el padrino se jacta de que no se le ha podido probar nada. (O)

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