Lo más horrendo

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Bendito sea el ahorro. Desde el primer sábado que se suspendieron las sabatinas, el Ecuador respira otro aire. Si esto fuere una gran empresa, el clima laboral se vio positivamente afectado por la eliminación de dicha tribuna cacofónica. El país le dio increíbles alientos de popularidad al presidente Moreno plasmando la necesidad ciudadana de un cambio real en las políticas de Estado.

Lenín Moreno marca una raya entre su gobierno y el de Correa, a pesar de haber sido parte de dicho gobierno durante seis años. Intenta alejarse de las malas prácticas señalando los errores. Inicialmente denuncia que no había mesa servida, es decir, que Ecuador estaba – y continúa- endeudado por encima del límite y que el sector petrolero era un desastre. Propone la consulta popular con énfasis en la pregunta tres que trata el tema de reelección indefinida y hasta ahí; el país, los empresarios, los trabajadores, los contribuyentes y demás, respiran alivio ante la percepción de sensatez (aún cuando no se entendió que el equipo económico correísta siga a cargo del rumbo económico de la nación a pesar de su pésimo desempeño).

Seis meses después, el gobierno actual continúa endeudándonos, la política de imponer impuestos que encarecen y empeoran la calidad de vida de cada uno de los ecuatorianos está intacta en el proyecto de ley económica que envió a la Asamblea. Dicho proyecto no tiene nada de reactivación. El sector empresarial necesita incentivos que signifiquen confianza e inversión porque eso se traduce en prosperidad y empleo.

El discurso anacrónico anti empresarial del correismo quedó atrás, pero no sus prácticas, solo que ya no es momento de lamentos. Si nuestros gobernantes hacen eso es porque se lo permitimos. Es fundamental que tengamos claro, como población, que cada día que pasa es una oportunidad menos para prosperar. Aquí se juega no sólo con dinero del Estado y el tiempo para crear valor, sino que se juega con la oportunidad de 16 millones de habitantes que quieren mejorar sus condiciones de vida y su gobierno no reconoce, a toda máquina, que la clave está en quitar las barreras y no en reforzarlas.

El regreso de Correa es un grito desesperado por querer amarrarnos al pasado. Hay una crisis pública y notoria dentro de ese movimiento político que incluso lleva a paralizar a la Asamblea en hechos realmente importantes como el de responsabilizar a quienes encubrieron los abusos a los niños. Esto es imperdonable. No hay fuerza moral ni caritativa que lleve a comprender lo que ha sucedido. Es lo más vil, repugnante y deleznable de una persona. Abusar de un niño le merece vivir de por vida en un calabozo. Y aquí es cuando se terminan de desnudar esas personas que dejan el último vestigio de humanidad por intereses políticos. Es tan horrible, que no hubiera querido escribir sobre esto jamás.

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