La postconsulta: del chuchaqui al horror

El festejo, que fue protocolar y cauto, también. Tras el chuchaqui de un año de rupturas y promesas, la realidad del país se presenta en toda su dimensión desoladora: la necesidad de un nuevo rumbo económico ya no es sólo imperante, sino indispensable. Es una cuestión de sobrevivencia. Para ganar la consulta popular, nos fabricaron un espejismo, sostenido en endeudamiento, de que las cosas no están tan mal, como en efecto están.

El drama de Lenín Moreno consiste en que puede pasar de ser el hombre que defenestró al correato para convertirse en el que creó las condiciones para su resurrección. El futuro político del insultador del ático depende en proporción directa del éxito o del fracaso del gobierno de su sucesor. Si a Moreno le va mal, el correato renacerá, no de las cenizas, sino de un alrededor de 25% de apoyo electoral, que en política pura y dura es una montaña de votos. Aunque hay que decirlo, no es verdad que el 37% que votó contra la reforma al Consejo de Participación Ciudadana es base dura correista, muchos de ellos son gente que votó en contra de la posibilidad de acumular poder.

El gran problema de Moreno es que hay muchas formas en que las cosas le pueden salir mal. Incluso, si llegara a tomar las decisiones correctas. La situación económica heredada del correato, que impuso un modelo despilfarrador, extractivista y de endeudamiento salvaje, requerirá ajustes, muchos de los cuales pueden ser impopulares e incluso dolorosos. Sería el escenario perfecto para un fortalecimiento del insultador y sus secuaces, en un país que sigue esperando la llegada del Mesías o el sexto velasquismo.

Pero no nos confundamos. La consulta fue un primer paso indispensable para la reconstrucción de la democracia, aunque el camino es largo y estará lleno de obstáculos. Bajo ningún concepto es una marcha que deberá liderarla el gobierno. Más allá de la política y la estrategia, es imperante la movilización de todos los sectores. La reconstrucción de la democracia la deben liderar los movimientos sociales, los pueblos indígenas, los partidos políticos, la academia, los defensores de derechos humanos, los periodistas ejerciendo la crítica, los estudiantes y gremios profesionales y de trabajadores. Los ecuatorianos debemos dejar esa mala costumbre de pensar que un tipo que sonríe, con sus fieles, pueden resolver los problemas del país.

La organización de la sociedad civil para vigilar la implementación de lo decidido en la consulta es crucial, fundamentalmente respecto de la conformación y el desempeño del Consejo de Participación transitorio. En el fondo, debemos crear las condiciones para en el futuro desaparecer a ese ocioso y maniqueo poder del Estado, que en el delirio populista de Montecristi fue creado entre gallos y medianoche. En ese tema, le hemos dado a Moreno un poder muy grande, nuestro deber es vigilarlo y estar atentos para reaccionar ante las acciones de ese Consejo transitorio.

Los siguientes pasos requieren definiciones urgentes, tanto del gobierno como de la sociedad en general. Debemos reformar la Ley Orgánica de Comunicación para implementar una Ley de Protección a la Libertad de Expresión, que es un derecho humano de los periodistas y de la sociedad que recibe esa información. Mientras el gobierno festeja un triunfo que no le pertenece, la Fiscalía acusa a Polibio Córdova de uso doloso de documento privado falso. Y la persona que interpuso la vergonzosa denuncia, no sólo que sigue siendo ministra de Justicia sino que estuvo en la terna de Moreno para ser vicepresidenta. Moreno ha inaugurado el correismo sin Correa. Hay mucho que hacer, desde la sociedad civil. Debemos aprender a no tenerle miedo al horror. El Ecuador de la postconsulta no debe ser de Moreno ni de Correa, debe ser de ciudadanos cuyas vidas no empiecen ni terminen a la sombra de los caudillos. (O)

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