El turno de todos

Se ha colocado la primera piedra de esa catedral republicana que debemos todos construir ahora. Es por ello por lo que la convocatoria a una Asamblea Constituyente en base al art. 444 de la Constitución resulta ineludible. Es impensable que el Ecuador pueda abrazar la modernidad democrática, emprender su desarrollo económico e implantar justicia social mientras esté atado a una constitución que no fue sino la imposición de la agenda de un movimiento político luego de ganar unas elecciones. Montecristi fue eso, fue el trofeo de unos vencedores coyunturales cuyas ideas han sido derrotadas el domingo. Las constituciones –y esto el correísmo jamás lo aceptó– deben ser pensadas y debatidas para que bajo ellas puedan convivir diversas visiones, y no ser instrumentos de opresión de unos sobre otros.

De manera paralela, tanto el exdictador, el capo di tutti capi, así como la camarilla que lo acompañó en la pasada década deberían ser procesados para que respondan, por un lado, del gran saqueo fiscal –las últimas revelaciones de la fortuna de los hermanos creacionales es apenas una puntita de un gigantesco iceberg–, y, por el otro, de la sistemática violación de los derechos humanos, dramatizada en la prisión de Galo Lara, el asesinato del general Gabela, la muerte del periodista Valdivieso, la persecución a decenas de periodistas, el uso de jueces para acabar con opositores y medios independientes. Si deseamos nunca más volver a sufrir la misma pesadilla, los responsables de ella deben ser sancionados con todo el rigor de la ley. De lo contrario, terminarán regresando las mismas aves de rapiña u otras similares. Que el exdictador no haya aún sido vinculado judicialmente es ética y legalmente incomprensible.

Pero, además, los miles de millones de dólares que se han esfumado en las manos de la camarilla corrupta del correísmo deben ser restituidos a los ecuatorianos. No es suficiente la cárcel. Como ha sucedido en otras naciones –Brasil, Malasia, Ucrania, Argentina, Nigeria, Chile, etc.–, sus bienes deberían ser incautados y sus dineros mal habidos rastreados, congelados y repatriados. Y en aplicación de la reforma constitucional aprobada el domingo, estas personas deben quedar inhabilitadas para ejercer cargos públicos de por vida.

Muchos desafíos esperan al país. Todos son prioritarios, y el Ecuador tiene la suficiente energía para superarlos simultáneamente. Más importante que sepultar políticamente a un individuo, es sepultar a la lógica de hacer política que él instauró en el Ecuador. Y que no fue sino una copia de aquella que lo ayudó a él a nacer en su momento. Hoy el Ecuador enfrenta el mismo problema que enfrentaron Italia y Alemania en la posguerra. ¿Cómo evitar que se repitan las condiciones que llevaron a la instauración de oprobiosos regímenes fascistas que, aunque elegidos democráticamente terminaron destruyendo a esas naciones?

Al presidente Moreno y a todos los ecuatorianos nos toca responder a este desafío. (O)

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