Guerra sin estrategia

Hay que tener estrategias y objetivos bien claros y precisos a no ser que se quiera correr el riesgo de provocar un gigantesco desastre. Esto es lo que ha ocurrido gracias a la intervención de “una miembra” del partido Podemos de España, Irene Montero, quien en una reunión de prensa dijo: “Mañana hay un acto […] con diferentes portavoces y portavozas del grupo parlamentario confederal….” Si lo que quería era llamar la atención, bien que lo consiguió pues nadie se mostró de acuerdo con este exabrupto a no ser los grupos simpatizantes de su partido, un partido minoritario, de izquierdas (izquierdoso diría yo) muy dentro de la línea del “socialismo bolivariano” y simpatizante de Nicolás Maduro.

En medio de la polémica desatada, Montero alegó que hizo esta declaración para llamar la atención sobre la mujer y darle “mayor visibilidad”. Sus esfuerzos dentro de la línea de “los niños y las niñas con sus compañeros y compañeras”, etcétera, evidentemente no son los más acertados para lograr lo que se propone. Las estadísticas dicen todo lo contrario. Tanto aquí como allá, los delitos de violencia contra las mujeres, en lugar de disminuir como era de esperar con todas estas políticas de visibilización, pues han aumentado. Es evidente, entonces, que esta es una estrategia inane. Vale decir, que no conduce a lograr los efectos perseguidos.

No deja de ser llamativo que la palabra “portavoz” es hábil para los dos géneros y dependerá de la elección del artículo para atribuirla a un grupo o a otro. Así se diría “el portavoz” y “la portavoz”. Hay más, es una palabra compuesta formada por el verbo “portar” en el sentido de tener algo consigo o sobre sí; y de “voz” un sustantivo que designa el sonido producido por la vibración de las cuerdas vocales. Lo curioso es que “voz” es ya un sustantivo femenino. Así, cuando queremos pasar por ilustrados y nos referimos a Frank Sinatra como “La Voz” no queremos significar que Sinatra haya sido un capullo. Es evidente que esta señora ignora varios aspectos del idioma; entre ellos el uso de los géneros, una cualidad que lejos de empobrecer nuestro idioma, lo enriquece y aumenta su capacidad expresiva.

La señora Montero tendría que saber que en castellano tenemos sustantivos con diferentes terminaciones para el género masculino y para el femenino: “profesor / profesora”, “cocinero / cocinera”, “arquitecto / arquitecta”, “secretario / secretaria”, etcétera. Hay otros sustantivos que tienen una sola terminación y se distinguen por el articulo que les precede: “el periodista / la periodista“, “el violinista / la violinista”, “el pianista / la pianista”, etcétera. Y por fin sustantivos que tienen un solo género: “la serpiente macho / la serpiente hembra”, “el jabalí macho / el jabalí hembra” y no traten de convencerme que ahora debo decir “la jabalina”. Este afán de destruir la lengua está a cargo de gente que ignora totalmente principios básicos de lingüística, principios básicos de gramática y de cómo funciona un idioma determinado. Es como querer ir a la guerra sin haber pasado por una escuela de estrategia militar, sin saber cómo funcionan los explosivos y cómo hay que apuntar los cañones para que el proyectil trace la parábola necesaria para dar en el blanco que se pretende destruir.

Estoy de acuerdo con que se busquen estrategias para terminar con los abusos del machismo, acabar con las conductas violentas contra las mujeres y lograr, en la brevedad posible, la igualdad entre ambos sexos. Pero todo esto exige un mínimo de seriedad y sensatez. Salir ante el público y aprovechar que se tiene un micrófono adelante para decir el primer disparate que a uno (o en este caso una) se le ocurre pues es dispararse en el pie. No sólo se pierde una oportunidad de decir algo significativo en favor del movimiento, sino que se termina haciéndolo antipático. En lugar de atraer simpatizantes, pues se los espanta porque lo que propone no es serio, la estrategia es una tontería que termina impregnándolo todo. A la guerra, sí, pero con estrategias inteligentes.

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