Institucionalidad

Si las instituciones políticas y económicas obstaculizan el comercio y el derecho a la propiedad, la calidad de vida es inferior.

Las instituciones deben garantizar la estabilidad. Los países prosperan cuando no existe el riesgo de que un dictador cambie las reglas del juego, expropie el ahorro de los emprendedores o amenace sus derechos humanos.  Los Estados que tienen instituciones de ese tipo permiten a los hombres educarse y crear empresas con facilidad, sin tramitología innecesaria.  Facilitan la financiación de proyectos.

Gran parte de la educación que reciben estudiantes de los países fracasados es propaganda, destinada legitimar el régimen político.  En estos lugares ni siquiera tenemos la certeza del tipo de derechos humanos que se respetarán.

Los adolescentes de Corea del Sur saben que, si tienen éxito como emprendedores o trabajadores, podrán disfrutar de las ganancias obtenidas de sus inversiones y esfuerzos; pueden mejorar su nivel de vida y comprar carros, casas y atención sanitaria.  Los emprendedores de esas naciones conocen desde el inicio de sus vidas que podrían ejecutar sus proyectos soñados.  Confían en las instituciones y en el Estado de derecho que éstas generan.  No se preocupan por la seguridad a largo plazo de sus derechos de propiedad.

En los países sin propiedad privada, las personas no tienen incentivos para invertir o esforzarse en aumentar o mantener la productividad. El gobierno asfixia la innovación, la adopción de nuevas tecnologías y el derecho sobre la propiedad intelectual, porque aquello conviene a los intereses económicos la élite gobernante.  No crean incentivos para prosperar.

Los malos gobernantes fomentan el populismo o el comunismo para comprar apoyo político y mantener su régimen antidemocrático.  El resultado es la pésima calidad de vida de sus habitantes.  Su expectativa de vida se reduce diez años.

Esta es la explicación del desigual  desarrollo entre el norte y el sur de Nogales, o Corea del Norte y del Sur, o entre las dos Alemanias, antes de la caída del Muro de Berlín.  La diferencia en estos casos está en el modelo económico, porque la cultura, la raza y la geografía son idénticas.

Los modelos económicos fracasados no son producto de la ignorancia de los gobernantes.  Son políticas intencionales que fomentan las instituciones sancionadoras débiles, para  salir incólumes y enriquecerse a costa de los demás; o porque los ayuda a perpetuarse en el poder comprando el apoyo de grupos o élites fundamentales.  De allí el proteccionismo comercial, el clientelismo y el excesivo cobro de impuestos.

Para prosperar se requiere instituciones públicas que ofrezcan  seguridad a la propiedad privada, poderes del Estado independientes que funcionen como contrapesos y servicios públicos que proporcionen igualdad de condiciones para que las personas puedan firmar contratos con certeza de que la legislación no va a ser modificada; además de permitir la entrada de nuevas empresas y dejar que cada persona elija la profesión a la que se quiere dedicar.  No solamente para la élite gobernante, sino para toda la sociedad.

Las instituciones económicas saqueadoras son las que tienen el objetivo de extraer rentas y riqueza a la mayoría de la sociedad civil.  Eso ha ocurrido aquí.

Tenemos la oportunidad de modificar el rumbo.  Lo primero es sancionar a los corruptos con todo el rigor de la legislación. Los honestos somos más y no nos pueden hacer sentir como tontos.  La falta de sindicación de los delincuentes desmotiva la productividad.  Lo contrario la incentiva y sirve como ejemplo para desanimar a saqueadores en potencia.

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