La renuncia de Kuczynski

El mandatario ha sido relacionado con varios escándalos, en concreto con el caso Odebrecht—comisiones ilegales de una constructora brasileña a escala continental— y con una presunta compra de votos. A esto se ha sumado la presión parlamentaria ejercida por la oposición fujimorista. Kuczynski dimitió el miércoles, un día antes de que el Parlamento votara su destitución. Se trataba de la segunda moción de este tipo en apenas tres meses. La renuncia presidencial constituye un duro golpe a la institucionalidad de país.

La salida de Kuczynski de la Casa de Pizarro ahonda todavía más una dinámica de decadencia política iniciada en 1990, cuando Alberto Fujimori venció en las urnas a Mario Vargas Llosa. Lejos de regenerar el país, Fujimori protagonizó en 1992 un autogolpe e instauró un régimen caracterizado por la corrupción y la violación de los derechos humanos. La democracia fue recuperada en 2001, pero la lista de mandatarios desde entonces presenta una panoplia de escándalos: Alejandro Toledo, ha huido a EE UU y está en busca y captura; Alan García fue presidente dos veces y en ambas resultó salpicado por casos de corrupción; Ollanta Humala permanece encarcelado por la misma razón. Kuczynski ha dimitido bajo la misma acusación.

Además en Perú todavía se deja sentir el influjo de Fujimori a través de la figura de sus herederos políticos y físicos: sus hijos Keiko y Kenji. Keiko es la líder de la oposición con un discurso populista y destructivo. Y al estilo de su padre sigue chantajeando con vídeos a sus rivales políticos. Kenji pactó con Kuczynski el indulto del exdictador a cambio de 10 votos que evitaron que el presidente cayera en diciembre.

Toca ahora al vicepresidente Martín Vizcarra la difícil pero imprescindible tarea de devolver a los peruanos la confianza en sus instituciones democráticas.

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