Importando violencia y pobreza

Todo esto ha producido una desgarradora situación de inseguridad societal creciente, y ahora con una narcoguerra en toda la frontera norte ecuatoriana.

Más de 20 años lleva Ecuador importando pobreza, narco-guerrillas y sicarismo. Ahora importa una nueva pobreza y violencia de Venezuela. El mundo sabe que Venezuela es de los países más peligrosos del planeta, solo en 2017 registró 26.616 asesinatos*, y lleva más de 15 años en esta dinámica. La mayoría de asesinos y asesinados oscilan alrededor de 20 años, más o menos la tipología de esa masa que está entrando a Ecuador sin ningún control “ni de pasado judicial ni de estado de salud”. Nadie sabe si entre ellos hay portadores de enfermedades fatales o terroristas. Las migraciones masivas sin control son tóxicas en términos de violencia y salud pública, no son las autoridades burócratas que los dejan entrar quienes sufren, sino las poblaciones locales que se ven forzados a recibirlos.

Testimosnios brindados por ciudadanos de Tulcán, asaltos en Quito con violencia brutal, incluyendo agresiones a niños, son fieles catalizadores de una conducta psico-social sintomática.

Es la utopía creada alrededor de la figura de migrante como “víctima”, y la torpe idea de “ciudadanía universal”, la explicación a esa política macabra de “puertas abiertas”, que ha permitido la libre circulación de millones de migrantes hacia Ecuador y entre ellos camuflados cientos de criminales, delincuentes, sicarios, paramilitares, guerrilleros, narcotraficantes, traficantes de armas, prostitutas, psicópatas, enfermos etc. Esta política de “ignorancia perversa” continua demoliendo toda protección militar-político-jurídica-social de las fronteras territoriales, de la reputada “ingenua y pacífica sociedad ecuatoriana ”.

El régimen correísta no aprendió las lecciones de casi dos décadas de migración y violencia a la que se sometió a la ingenua sociedad ecuatoriana, no escatimó en importar guerrillas, sicarios y masas de pobres desplazados. Las consecuencias fueron escandalosas para la seguridad de las personas.

Desde la década de los 90s se habían instalado en Ecuador solo hasta el 2010, más de dos millones* de colombianos y peruanos; la sociedad sufrió un aumento exponencial de homicidios y robos, apareció el secuestro express, se empezó a capturar droga por kg., y en estos últimos años por toneladas; los desplazados se volvieron refugiados masivos por arte de magia; se otorgó por miles a miembros de las FARC y a sus familias estatus de refugiados; nació el sicarismo y se consolidó en el nuevo siglo, igual el fenómeno de “desaparecidos”; los asaltos a comercios, blindados y domicilios los realizan con tácticas de comando y armas de guerra.

La agencia especializada “Geneva Declaration” establecía en su Reporte sobre violencia que del 2004 al 2009, Ecuador ocupaba el Nº24 peor del mundo, revelándose más violento para vivir que Afganistán que ocupaba el Nº29, y más peligroso que México que ocupaba el Nº51. Según el reporte mundial 2011 sobre homicidios de La Organización de Naciones Unidas contra la Droga y Crimen (UNODC), Ecuador era más violento que países que habían tenido guerras como Eritrea, Rwanda, Angola, más peligroso que Liberia, Sierra Leona, Guatemala, Nicaragua; más inseguro que México, Brasil y Haití.

El gobernante nada de eso observa y los ciudadanos seguimos desplegando «compasión a ciegas» hacia migrantes como fiel representación de “víctima”. Emerge entonces la obligación moral de ayudar. Sin discusión se trata de nobles sentimientos propios de la naturaleza humana, a los que nadie se opone. Explicaba el Profesor Arthur Helton que el Estado (que basado en sentimientos de supuesta ética) acepta masas de migrantes y refugiados, «está accionando un grave problema de seguridad societal» en su país. Efectivamente, en Ecuador, estas migraciones provenientes de países violentos, han degenerado la seguridad y el hábitat psicosocial del país, con mayor intensidad en las comunidades ecuatorianas limítrofes por donde pasan esas masas humanas sin control. Pero a nadie parece importarle «salvo a los que sufren en silencio».

Son las provincias de Esmeraldas, Carchi, y Sucumbíos los que soportan en primera instancia las presiones y agresiones migratorias colombianas y ahora venezolanas. Ese «mal vecindario» como lo llama el experto Myron Weiner en Bad Neighborhoods, es demasiado conflictivo y violento, es esa brutalidad que provoca la partida de decenas de miles de aquellos países.

¿Por qué la diáspora venezolana no se queda en Colombia que es un país más rico que Ecuador, más desarrollado, con menos desempleo, y que además es geográficamente próximo a su Venezuela? Sin embargo prefieren emprender una larga errancia hacia Ecuador. Tanto es el dólar el culpable del “efecto magnético”, como el “laxismo gubernamental”, «la xenofilia societal ecuatoriana» y por supuesto el interés colombiano de desembarazarse de sus propios problemas como narcotráfico, guerrillas, desplazados y ahora la diáspora venezolana a la que facilita y estimula para ir a Ecuador.

Lo cierto es que esas poblaciones de la frontera norte ecuatoriana, especialmente los más pobres que ya sufren sus propias situaciones endógenas de pobreza, se ven “obligados a aceptar a otros pobres y desamparados», agravando así su ya paupérrima situación económica y de inseguridad provocada por el sentimentalismo torpe socialista traducido en descontrol de fronteras territoriales.

De esta forma, los ecuatorianos son desplazados de sus trabajos porque los nuevos llegados ofrecen servicios baratos unos, otros hacen que aumente la delincuencia, las agresiones, las enfermedades contagiosas, las condiciones de vida insalubre en el mejor de los casos porque ahora otros imponen la narco guerra. Todo esto está provocando un cambio de conducta, estrés social y un sentimiento generalizado de frustración ciudadana.

Esta nueva diáspora venezolana se une a otras como la cubana, colombiana, peruana, haitiana (entre otras) para formar «diásporas privilegiadas» por derechos sociales especiales implementados por los regímenes socialistas, poniéndolos en una escala de valores y ventajas que los propios ecuatorianos no tienen. Los visitantes lo saben: «por eso entran pateando al perro» a exigir derechos que en sus países no tienen.. De esta manera las poblaciones ecuatorianas de acogida de masas de auto desplazados, han sido incorporadas a una sociedad de violencia y confrontación en evolución permanente.

* Elaborado por el autor con datos del INEC

* Informe Anual 2017, Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) * Foto : Face Book Network «Mi Tulcán Necesita Soluciones»

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