Incentivos perversos

Sus habitantes viven mejor que nosotros. Ganan más y por ende, pueden adquirir los servicios y productos de la mejor calidad con precios más competitivos porque no restringen el comercio.

Las naciones que no promueven instituciones extractivas y que fomentan el libre comercio no tienen personas como Guacho. Guacho se hizo delincuente porque en la zona que habita es difícil comerciar. Está abandonada en cuanto a infraestructura, pero es abundante en trámites para poder emprender, como el resto del Ecuador. Es más fácil obrar mal, que bien.

Comprendamos que las personas nos movemos por incentivos. Existen incentivos perversos y positivos. Nuestro país se ha especializado en los primeros.

Guacho ha visto el resultado de ambos. Sus jefes hicieron mucho dinero con la droga y después llegaron a un acuerdo en Colombia para poder ser senadores y en el ínterin, conservar su fortuna. También es testigo de lo difícil que es comerciar legítimamente gracias a la tramitología excesiva, restricciones no arancelarias, excesos de impuestos y otras normas ilegales como la #paquetasa. Por ende, escogió el camino más fácil: el narcotráfico, acogiéndose al incentivo perverso que promovieron todas las funciones del Estado.

Con su liderazgo, en un país con instituciones inclusivas y facilidades para comerciar, Guacho podría haberse orientado al bien, pero los poderes políticos hicieron todo lo posible para que termine como ha terminado.

Hemos fomentado el narcotráfico a través de la tabla de consumo mínimo y eliminando todos los controles posibles. Pero comerciar legítimamente, eso sí no. Dios se apiade. Durante una década nos vendieron la idea de que ser empresario era nocivo para la sociedad. Nos olvidamos que son trabajadores, iguales a los demás, que pagan impuestos y generan empleo adecuado.

Lo que deberíamos estimular es un ecosistema con igualdad de oportunidades e incentivos positivos. No un Estado obeso que se nos lleve todo para dilapidarlo en corrupción y administración pública negligente. Requerimos un ecosistema con flexibilidad laboral que facilite contratar a quienes están en el desempleo.

Hay que rechazar al Estado que busca acumular a más burócratas con el fin de que se conviertan en los votantes del candidato del oficialismo. O aquella administración pública que quiere mantener complicadas las reglas del comercio para que los funcionarios públicos puedan solucionar a cambio de honorarios ilegítimos.

Lo bueno del siglo XXI es la tecnología. Esa herramienta transparenta la realidad de todos los funcionarios y coimadores que nos llevaron hasta este punto.

Pronto saldrán a la luz los culpables de que la economía de Esmeraldas se encuentre en vilo.

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