La historia siguiente

Carlos Jijón
Quito, Ecuador

Ocurrió la primera semana de mayo de 2009. Un hombre joven, a quien yo no conocía, había pedido verme en mi oficina de la Vicepresidencia de Noticias de Teleamazonas, en Guayaquil, para contarme algo que él consideraba urgente. Su novia, me dijo, había sido contratada, junto a un centenar de personas, para digitar actas de las recientes elecciones seccionales. Pero no trabajaban en el edificio de la Delegación Provincial del Consejo Electoral, sino en el local de un antiguo supermercado cerrado, al norte de Guayaquil, donde él creía que se estaba procesando un fraude.

Una semana antes, el 29 de abril de 2009, se habían realizado elecciones seccionales en un proceso plagado de violencia, en el que a medida que avanzaban los conteos, se iban imponiendo los candidatos del gobierno. Cuando escuché la versión del informante, por ejemplo, aun no se determinaba si la Prefectura del Guayas la había ganado Pierina Correa, hermana del Presidente de la República, o el candidato de la oposición, el periodista Jimmy Jairala. El conteo era cuerpo a cuerpo, y si ocurría lo mismo que en las demás provincias, parecía que el oficialismo iba a terminar por imponerse.

La historia parecía fantasiosa, pero la mandé a verificar. Esa noche, uno de los equipos del noticiero se trasladó hasta el local cerrado del supermercado Santa Isabel. “No hay nada”, dijo el periodista. “El sitio está cerrado, aunque hay muchos carros estacionados afuera. También hay guardia armada, pero dicen que se trata de una empresa privada y nos pidieron que nos retiremos”.

Al día siguiente, el informante apareció otra vez. Le pedí que me dé pruebas y le entregué una cámara oculta, en forma de esferográfico, para que su novia grabe lo que ocurría en el interior. Dos días después, el hombre regresó con las imágenes: hileras de personas digitando en unas computadoras, que según se veía en sus pantallas, estaban conectadas a la red del Consejo Nacional Electoral. Pregunté entonces si teníamos ese momento a algún reportero en el CNE y pedí que alguna autoridad responda qué es lo que estaba pasando en el Santa Isabel.

El periodista Luis Antonio Ruiz nos informó, desde el CNE, que la asambleísta social cristiana Cynthia Viteri estaba en ese momento en la Delegación Provincial preguntando lo mismo y que hablaba de la existencia de un centro de cómputo clandestino. Dijo también que Cynthia, acompañada de políticos de otros partidos, estaba dirigiéndose al lugar, y que él la estaba siguiendo. Normalmente soy una persona que medita mucho sus decisiones, pero creí entender que había ahí una noticia bomba, y actué de manera impulsiva, sin consultar a nadie. “Manden el satélite al Santa Isabel”, pedí.

Eran casi las 12h00. Nuestro noticiero empezaba a las 13h30. Bajé hasta la sala de control para ver las imágenes que enviaba el satélite y vi ahí a Cynthia Viteri, afuera del supermercado cerrado, discutir con unos guardias que no la dejaban pasar. La vi avanzar aguerrida. La vi agarrar una piedra del suelo, romper una ventana de vidrio de la puerta y abrirla. Y entonces ordené interrumpir el noticiero regular para empezar a transmitir. Casi una década después, mientras lo escribo, advierto que fue una locura. Casi nadie en el canal sabía de qué se trataba. Desde el estudio en Quito, Milton Pérez informó que estaban ocurriendo confusos incidentes en el norte de Guayaquil y que nos íbamos a conectar ese momento en vivo.

Y ahí estaba Cynthia Viteri, avanzando en medio de un tropel de personas asustadas que empezaban a apagar las computadoras de manera apresurada para impedir que las cámaras graben lo que hacían. Creo recordar que detrás de ella iban Dalo Bucaram, algunos militantes de Sociedad Patriótica, y el periodista Luis Antonio Ruiz, con un audífono en el oído a través del cual yo daba instrucciones. De pronto, al fondo, divisamos en el lugar a uno de los vocales del CNE, Fausto Camacho, al que abordamos, y quien dijo, en vivo, que los equipos pertenecían a la empresa Digital Team, contratada por el CNE para ejecutar un plan de contingencia en caso de que alguna Junta Intermedia colapsara.

Nadie conocía que ninguna Junta hubiera colapsado. Era obvio que los representantes de la oposición no sabían que el tal centro de contingencia estaba trabajando, ni por qué funcionaba si no había ningún problema.  Pero esa tarde el gobierno acusó a Teleamazonas de formar parte de un complot para desestabilizar la democracia. En la noche, en un coctel que daba el Embajador de los Estados Unidos, coincidí con el Fiscal de Guayas, Antonio Gagliardo. “Te has metido en un lío”, me dijo. “La Fiscalía debe capturar esas computadoras y un peritaje informático debe determinar qué es lo que estaban haciendo”, le dije. Lo que voy a escribir que me respondió está basado solo en mi memoria y no tengo ningún testigo: “Yo no me voy a meter en ese problema”.

A la mañana siguiente: el antiguo supermercado Santa Isabel amaneció desmantelado. Durante la madrugada, alguien se llevó todas las computadoras del lugar. El resto de la prensa acogió sin reservas la versión oficial: se trataba de un centro de cómputo de contingencia donde no ocurría nada irregular. El punto final lo puso el Presidente del Partido Social Cristiano, Pascual del Cioppo, quien declaró que el contrato con Digital Team era público. Cynthia Viteri desapareció del escenario.

Los gerentes del canal, sorprendidos por la transmisión y atemorizados por las represalias del régimen, dispusieron que no insistamos en el tema. A la semana siguiente, Jorge Ortiz y yo nos reunimos una noche en el Hotel Quito con el Presidente del Consejo Nacional Electoral, Omar Simon, a quien conocíamos y a quien considerábamos nuestro amigo. Fue una reunión muy tensa, al final de la cual recuerdo que le dije que cuando todo esto terminara, nosotros seguiríamos siendo periodistas. Yo no imaginaba que «todo esto» iba a durar una década, y que no todos los que éramos periodistas entonces, íbamos a seguir siéndolo cuando terminara. Quizás el único que ganó fue Jimmy Jairala, a quien, tras el escándalo, el CNE confirmó como Prefecto. Paradójicamente, un par de años después militaba en el oficialismo.

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