La pobreza no es negocio

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

En el 2019 cada uno será responsable por su futuro.  Como tiene que ser.  No porque los poderes del Estado así lo quieran, sino porque se acabaron los recursos gracias a la negligente administración pública de quienes hoy están fugados o quieren convertirse en invisibles.

Así es que los ecuatorianos tendremos que olvidarnos de ese gobierno regalón de bonos al estilo venezolano, que al final, desmotivan el trabajo de los ciudadanos que los reciben y de los trabajadores, que somos los que los pagamos vía impuestos.

Durante la década ganada se crearon tributos y salvaguardias.  Los aranceles quedaron en niveles superiores a los del promedio de la región y se impuso cupo a casi todo lo que se movía.  Eso generó desempleo.  Los socialistas del siglo XXI culparon al mercado, no al modelo fracasado que promovían y en algunos estratos de la burocracia, siguen promoviendo.

Algo parecido ocurre en Venezuela, cuando el inmaduro se queja de la escasez para justificar su logro de aniquilar la producción y competitividad del país con las mayores reservas petroleras del mundo.

Siento que lo que nos sucede, en cierta manera, es para mejor.  Nos obliga a aprender de la historia y a enfocarnos en cómo ser más productivos, como lo hacen aquellos países que no tienen recursos naturales y sin embargo, mejoran la calidad de vida de sus habitantes a través del libre comercio.

Cuando tuvimos la suerte de recibir ingresos petroleros extraordinarios, estos fueron despilfarrados.  Se abrió una puerta hacia la corrupción pública, que el BID estima fue de setenta mil millones de dólares durante los últimos diez años.  Ahora ya sabemos por qué querían usar exclusivamente recursos públicos y cómo se pueden pagar varios abogados internacionales con pensiones de ex funcionarios públicos.

Es hora de dejar los dogmas en el pasado.  Las excusas basadas en la soberanía y el nacionalismo castigan al consumidor.  Lo obligan a  comprar productos más caros como consecuencia de privilegios otorgados a ciertos sectores nacionales que se niegan a competir y quieren prebendas para exportar.

Todas las naciones que fomentan el libre comercio tienen éxito.  Y todas las que hacen guerras comerciales con sus vecinos han fracasado.  El comercio exterior, al final del día significa paz para los países que lo practican.

Los ecuatorianos y los poderes del Estado deberíamos tener la meta de comprar barato para tener mayor poder adquisitivo y destinar el saldo de los recursos hacia otras actividades.  Empobrecer a la población crea un círculo injusto que arruina a los individuos.  No les permite consumir, reduce el comercio y por ende, las fuentes de empleo.

Si bien es cierto, que al tercer trimestre, existe una reducción del 27 % sobre el gasto fiscal presupuestado inicialmente para el año 2018, queda claro que el gasto público en inversión se reducirá al mínimo, lo cual equivale al 3% del PIB.  Eso significa que regresará a los niveles del año 2008.

Si vemos el vaso medio lleno, encontraremos que esto supone la oportunidad de que la inversión privada cubra ese espacio.  Ojalá que quienes ejercen las funciones del Estado también lo vean así y faciliten esa posibilidad para que todos prosperemos.

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