El día de la niña

Maríasol Pons
Guayaquil, Ecuador

Llevo días dándole vueltas a este tema: el día de la niña. He tratado de evadirlo, pero ¡me es imposible! La reflexión es acerca del hastío que me causa lo anacrónico de nuestro modelo formativo como colectivo social. El punto es que no avanzaremos jamás polarizando en machismos o feminismos, las dos puntas halan en sentidos opuestos pero siempre sobre modelos impuestos, creencias que no son propias y que han sido heredadas y perpetuadas por la zona de confort.

Los roles están construidos en la definición antropológica de la unidad familiar. Basta leer la historia del humanidad para conocer de casos de hombres y mujeres que desafiaron los convencionalismos para convertirse en grandes líderes y perpetuar cambios y avances. Así también, está esa inmensa mayoría anónima de mujeres y hombres que forman parte de nuestra historia y de nuestra evolución como especie. Los conocidos y los anónimos; los desafiantes y los obedientes; todos aportando desde su esquina.

Es esta misma historia la que debe llevarnos a concluir que los cambios en la forma de conducir nuestra forma de relacionarnos -bien sea personal, familiar, comercial, gremial- ha mutado aceleradamente en los últimos cincuenta años. La ciencia, la tecnología, la logística, por sólo nombrar algunos factores nos empujan a esa mutación a la que debemos adaptarnos a conciencia porque de otra manera esta decide por nosotros.

En este contexto, la educación y la formación de las nuevas generaciones debe potenciar las capacidades del individuo. No podemos seguir formando personas en un modelo mental anacrónico no sólo al actual, sino a uno futuro que creo que muchos no estamos ni en capacidad de imaginar. El acto constante, continuo y fluido de pensar, reflexionar y escoger es una herramienta atemporal que debemos reforzar.

Las personas deben ser formados para abordar ese mundo veloz, tecnológico y tres veces exigente donde los estándares de trabajo cambiarán sin misericordia. No podemos formar mujeres ajenas a esta realidad y tampoco podemos formar hombres que creen que el mundo sigue funcionando como era hace 50 años. Si una chica hoy escoge ser madre de familia pues bien, si el hombre escoge ser padre de familia y tener la responsabilidad de cuidar cercanamente a sus hijos, pues bien también. Es necesario despojarnos de prejuicios y modelos antiguos que sólo convierten en inútiles a los seres humanos que más queremos; nuestros hijos. Esto es un tema de expectativas, de oportunidades, de sueños, de desarrollo, de creatividad y no un tema de género.

El momento en que dejemos de formar y educar por ser “mujer” o por ser “hombre” estaremos en la real capacidad de desatar todos los potenciales de un ser vivo. Una cosa es la fisionomía de responder al cuerpo como tal y otra cosa es la cultura de empoderar a todos a llevar a cabo sus sueños, con libertades progresivas propias del criterio y de la responsabilidad de sus decisiones.

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