Galápagos

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

Conversaba con un amigo en Puerto Ayora a finales de diciembre. Se dedica a la pesca profesional en los lugares autorizados y respeta las regulaciones del parque nacional. Me comentó que se había comprado un bote más grande. Lo había financiado con un crédito.

Tramitó su matrícula en la capitanía del puerto, pero le dieron el mismo número que le habían otorgado a otras dos embarcaciones. Reclamó y le dijeron que tenía que repetir el trámite. Perdió el dinero que vale el proceso e invirtió más para que le den un nuevo número, a pesar que el error no fue suyo. Son los costos de ser formal en Ecuador.

La nave estaba lista desde principios de diciembre. Hasta que me fui en los primeros días de enero, no pudo zarpar porque le faltaba la matrícula. No estaba generando ingresos. Solamente gastos, mientras pagaba su deuda con el banco.

Sin embargo, le había llegado una notificación del SRI. Le exigieron pagar el anticipo de impuesto a la renta. No había generado renta, pero se lo calcularon en base al ejercicio del 2017. Mi amigo tuvo que pagar cientos de dólares al SRI y el casco todavía no rozaba el mar.

Es la historia del empresario. En este caso: Galápagos, pero es similar en cualquier otro lugar del país. Cualquier emprendedor se siente identificado con este relato.

Mi amigo pescador reflexionó: “las personas productivas trabajamos para mantener a funcionarios públicos improductivos”, que ya nos dijeron durante la aprobación de la proforma que iban a reducir el gasto de inversión.

Ese pensamiento me hace sentir esclavo de la burocracia, porque si mi amigo está en lo correcto, no tendría sentido que el Estado exista solamente para obligarnos a pagarle sueldos a personas que no pueden trabajar en el sector privado, ni presupuesto para hacer obra pública que beneficie a los contribuyentes.

Galápagos vive una realidad ecuatoriana agravada. Es un lugar donde una sandía cuesta quince dólares, cuando en Guayaquil cuesta dos. El oligopolio protegido de la transportación marítima entre el continente y el archipiélago les resta competitividad a los comerciantes. Hace que sea un destino turístico más caro de lo que debería ser. Importar las cosas desde Panamá saldría más económico que en las condiciones actuales.

Visito las islas desde hace treinta y cinco años. He visto los cambios. Cada vez más políticos y personas alejadas de la ciencia y el turismo han administrado esta provincia con resultados deficientes en todos los aspectos.

La flota china continua pescando en las aguas internacionales que rodean este parque nacional. La reducción de la fauna marina se nota cuando se bucea. Lo que están haciendo los chinos es como para que la Armada salga a dispararles.

Trato de no pensar en violencia y miro el atardecer de Puerto Ayora rodeado de criaturas y personas maravillosas. Imagino un futuro en el que haya tantos animales como cuando conocí este paraíso. Abierto a los mejores científicos del mundo. Un lugar con oportunidad de mejora que sugiero visitar inmediatamente.

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