Travesuras legislativas

Eduardo Carmigniani
Guayaquil, Ecuador

La Ley de Comunicación creó un monopolio para que solo pueda producirse en el país la publicidad que se va a difundir localmente. Bajo el disimulo de un hipócrita chauvinismo, que encubre claros intereses comerciales de los ideólogos de la época, se “prohíbe la importación de piezas publicitarias producidas fuera del país por empresas extranjeras” (art. 98), obligando así, por ejemplo, a que campañas comerciales mundiales simulen maquila local, pagando peaje…

El proyecto de reformas a la citada ley, enviado al Ejecutivo el 20 de diciembre de 2018, propuso dos cambios a esa, ya de por sí, mafiosa restricción (art. 82): eliminar la posibilidad, hoy vigente, de que la publicidad sea hecha (en Ecuador) por compañías ecuatorianas (pudiendo hacerlo solo personas físicas); pero que puedan pasar a producirla, en el extranjero, compañías igualmente extranjeras, si tienen mayoría accionaria de ecuatorianos.

Este coco tiene bola. El perfume a dedicatoria dolosa es inocultable. Para descubrir al perfumado basta responder: ¿qué ecuatorianos, que antes vivían en Ecuador pero ahora en el exterior, quieren montar allá el negocio pero a la vez eliminar competidores prohibiendo que lo hagan en Ecuador compañías locales?

Hay más. El texto propuesto al Ejecutivo no consta en el informe para el primer debate en el Pleno de la Asamblea. Tampoco en el preparado para el segundo debate. Que haya luego aparecido en el documento (supuestamente) aprobado viola la Constitución (art. 137) que exige, siempre, que todo proyecto de ley sea sometido a dos debates. Entonces, o fue propuesto (y votado) a última hora en el segundo debate (sin haberlo sido en el primero); o ni siquiera fue votado pero luego resultó metido de agache por algún diligente redactor fantasma, lo que además de inconstitucional sería intolerable y criminal falsedad.

Esa es la traviesa historia en el Legislativo. El presidente Moreno ha pedido, al vetar al proyecto, que todo el art. 98 sea derogado. La pelota la tienen hoy los legisladores, bien advertidos, como quedan ahora, de la mañosa pirueta.

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