Mi voto

Raúl Andrade Gándara
Rochester, Estados Unidos

Desde hace muchos años, me he visto obligado a anular el voto por cuanto los candidatos en liza no satisfacían ni lejanamente mis aspiraciones de un gobierno probo, alejado de los extremismos doctrinarios y de la codicia disfrazada de reivindicación social, o de un gobierno sin trincas para beneficio de cuatro vivos, como fue en el pasado.

Este lamentable pero constante rechazo a las veleidades políticas del momento me ha aislado probablemente del entusiasmo electorero pero al mismo tiempo me ha permitido atisbar lo impulsivo del voto en nuestro pueblo.

Agotada la popularidad producto del billete, que fabricó candidatos a “punte cuña”, como se dice vulgarmente, la manipulación mediática pasó a manos del Estado, que la usó sin ética ni límite, erigiéndose en el súper-candidato en todas las contiendas.

Este estado de propaganda permitió la creación de un hiper-presidencialismo, producto de una Constitución estudiada en el Foro de Sao Paolo y aplicada en los incautos países que equivocaron su voto en los últimos años.

Su más conspicuo representante es el CPCCS, tan similar en siglas a la extinta Unión Soviética, (CCCP), que hábilmente eclipsó al Congreso al deslegitimarlo y quitarle tanto la función electiva como la fiscalizadora para entregarla en manos del Ejecutivo para su uso, disfrute y encubrimiento. Hemos vivido durante diez años la orgiástica distribución de “mordidas” e impunidad que eso significó.

Resulta pues sorprendente que, merced a los análisis timoratos de los de siempre, hoy pretendamos reconstruir y legitimar el desbalance de ese poder para entregarlo en manos de otro miembro del partido que creó esta aberración.

No hemos aprendido nada en estos años. Hacemos cálculos pírricos y nos ilusionamos con un CPCCS equitativo, honesto y sin temores ante el poder. Y esa legitimidad se la vamos a dar por temor a no mostrar nuestro rechazo masivo en las urnas a un sistema corrupto y corruptor, como nos consta ha sido.

Respeto como el que más los criterios disímiles, pero estoy harto de las componendas, de nuestros líderes, de sus alcahueterías y de sus contemplaciones.

Votaré nulo una vez más por rechazo a una constitución que no me representa, a un Estado que me agobia, y unos políticos que abusan del poder para beneficio familiar y personal, y por respeto a un país a la deriva por la vanidad de sus líderes y por la pasividad de sus electores.

No me tomaré la molestia de investigar quienes son los buenos ni quienes son los malos. La única forma de acabar con Correa es derrotándolo en cada una de sus intentonas.

La corrupción, el abuso, el engaño se combaten de frente, poniendo el pecho, no las manos, poniendo el corazón, no el cálculo personal, defendiendo las tesis con hidalguía y enfrentando los riesgos. O seguiremos siendo un universo de timoratos sin brújula y sin visión de patria.

Ustedes deciden.

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