Populismo financiero

Eduardo Carmigniani
Guayaquil, Ecuador

No está bastando con que las autoridades financieras dicten regulaciones y luego sean obligadas a retroceder, por cálculos meramente político-electorales, como recién sucedió con los intereses en las tarjetas de crédito (pese a la obviedad de que quienes las usamos recibimos el bien o servicio cuando firmamos en el supermercado o en el restaurante, y no recién cuando nos llega el estado de cuenta).

Tampoco está bastando con que a tal recule se le pretenda dar efecto retroactivo, pisoteando elementales reglas en un Estado que -se dice- quiere volver a ser de “derecho”, pues, no es broma, se manda a “devolver” intereses cobrados con estricto apego a una regulación que estaba vigente, haciendo de cuenta que jamás existió, como si no hubiese hasta sido publicada en el Registro Oficial (así lo fuese el 28 de diciembre).

No. Al populismo regulatorio en lo financiero nada lo detiene. Y como nada parece bastar resulta que ahora, a los intentos de legisladores correístas por hasta eliminar, en pleno siglo XXI, los contratos verbales, se suma una (nueva) propuesta de créditos obligatorios, que provendría nada menos que de un sector del Ejecutivo.

Linda la cosa. La banca maneja dinero de los depositantes. Los accionistas controladores de los bancos, y sus administradores, responden por su solvencia, según la Constitución (art. 308). Pero el Estado quiere dirigir a quién se da préstamos. Y así, en lugar de derogar las partes del Código Monetario correísta que permiten que la Junta Monetaria norme “la orientación y direccionamiento” del crédito (como el art. 209), en un borrador de proyecto de ley que circula en el correo de brujas -y que se dice originado en el área de la “producción” del Ejecutivo- se insiste en semejante esperpento.

Es el art. 25, que obligaría a la banca privada a “generar líneas de crédito y apoyo al emprendimiento e innovación productiva”, cuyos “montos mínimos porcentuales anuales de colocación” serían establecidos por el “ente regulador”, so pena, claro está, de las condignas “sanciones”. Así como se lee. Queda advertido el tema.

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