Sentimientos encontrados en el Día de la Mujer

María Rosa Jurado.

María Rosa Jurado
Guayaquil, Ecuador

Hace años que me hago cargo por esta fecha, de las noticias de las luchas feministas en este medio, por mi solidaridad de género y por lo justo de la causa. Me gusta recordarle a los lectores el valor de las hermanas Mirabal («las Mariposas»), atrozmente asesinadas en República Dominicana por la policía secreta del presidente Rafael LeónidasTrujillo, me solidarizo con las luchas de mis hermanas por quitar la impunidad a los crímenes producto de la violencia machista.

Este día de la Mujer encuentro los chats de amigas y familiares llenos de memes cariñosos de felicitaciones a las mujeres en su día, de chistes y  videos tiernos.

Felicito por chat a una amiga que vive lejos y  me contesta: «le tengo tema al Día de la Mujer, me parece algo cursi».

Me deja sin palabras por un momento y luego le digo: ¿tú sabes que en algunos lugares del mundo se puede cambiar una mujer por una oveja? ¿Sabes a cuántas mujeres las asesinaron sus parejas o ex parejas el año pasado? 

Ella se impacta al escucharme y me deja que le cuente.

Veo en internet la foto de un hombre con un cartel que dice que el mejor bebé es el bebé muerto, leo sobre ventas de pulmones de bebés y corazoncitos productos de los abortos y no creo que la causa del aborto sea la mía, más bien me parecen las teorías conspirativas de las «trece familias para limitar la población del mundo» de las que me habla mi compañera de trabajo en los almuerzos.

Yo he tenido dos seres humanos en mi vientre. He sentido el milagro de la vida en mi vientre, el latido de dos corazones en el mismo cuerpo, he sentido sus pataditas, he pasado por el horror  de que me digan que no van a nacer porque tenía pérdidas y preclampsia.

He escuchado a una enfermera decirme que mi hijo mayor no nacerá.  «Es varón», me dijo, «no tiene posibilidades, si fuera niña podría vivir porque las mujeres son más fuertes, pero su hijo es varón y él  no va a nacer».

«Señorita», le contesté yo, «usted no conoce a mi hijo. Él va a nacer».

Con el segundo embarazo también  de alto riesgo, me preguntan a quién se debe salvar en caso de ser necesario elegir y  y yo clavo mi mirada con todas mis fuerzas en los ojos del doctor y le digo: «usted salve a mi hijo, doctor».

Nunca he hablado tan en serio en toda mi vida.

Las luchas feministas por la equidad de género ahora se me atraviesan en el alma  con el tema  del aborto, con el drama de los embarazos adolescentes y de niñas madres y de las violaciones, pero mi corazón sigue eligiendo la vida.  Nunca podré olvidar a María, una empleada doméstica que fue violada y dio a luz a una niña a la que adoraba y el amor y la felicidad que le regaló su niña. Recuerdo a las tres mujeres que estuvieron secuestradas en Cleveland  hace varios y años y que lograron huir en un descuido de su captor, y cómo lo primero que hizo la mujer que fue madre en su cautiverio, fue poner a salvo a su hijita, producto de la violación.

¿Cómo puedo yo renegar de la vida?

Se me viene a la mente el poema «Sementera» de José María Pemán, que lo escuché por primera vez de una joven española en Chile:

(…) Toda la tierra está henchida
de preñez de sementera
¿y yo he de hacer de mi vida,
rama estéril y podrida
digna solo de la hoguera?.
La vida que no florece,
y ni fecunda, ni crece,
es vida que no merece
el santo nombre de vida.
(…)

Del revoltijo emociones encontradas, angustias y dudas que me revolvieron el alma en este día, rescato el valor intrínseco de la energía femenina, de la hembra de la especie, que como la madre tierra, acoge y nutre.

Agradezco el privilegio de ser portal de vida en este planeta y me comprometo con la especie humana.

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