Voto voluntario

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

Según la Constitución, el voto es facultativo para las personas entre dieciséis y dieciocho años de edad, las mayores de sesenta y cinco años, los ecuatorianos que habitan en el exterior, los integrantes de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, y las personas con discapacidad.

Todos los demás, estamos obligados a votar. La mayoría concurre a las urnas para obtener el certificado de votación y para evitar una sanción equivalente al diez por ciento del salario básico unificado, no por un verdadero interés en sufragar tras una profunda meditación del voto durante la ley seca.

Los simpatizantes del voto obligatorio argumentan que fomenta el compromiso cívico y que un movimiento hacia la votación voluntaria llevaría a una desconexión generalizada de la política, con una baja participación en las elecciones y una comunidad desinteresada en su propio gobierno. Existen pocas pruebas que apoyen ese criterio.

Algunos mencionan el caso de Estados Unidos, donde la participación de los votantes rara vez ha superado el 60% en las elecciones presidenciales modernas. Pero Estados Unidos no es la única democracia que cuenta con el voto voluntario. De hecho, la mayoría de los países que integran la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) tienen voto voluntario.

La participación del electorado entre los países que integran la OCDE, es mucho mayor de lo que uno podría esperar, con un promedio de casi el 80%. Es decir, tienen un porcentaje similar al ausentismo electoral que presenta el Ecuador, a pesar del voto obligatorio.

El voto obligatorio refuerza la mentalidad simplista de los partidos políticos, según la cual, intentan eluden ofender al menor número posible de votantes o intereses particulares, reduciendo las contiendas políticas a un esfuerzo por aparecer como la opción menos mala, evitando plantear soluciones de fondo y así, ganar la elección.

Con el voto voluntario los candidatos, especialmente aquellos que van por la reelección, tendrían que hacer más en beneficio de los votantes y asistir a los debates para poder convencer a la ciudadanía con argumentos, no solamente regalando camisetas durante los recorridos de campaña.

Cuando los electores están insatisfechos con las ofertas de los principales partidos, el voto voluntario permite una forma legítima y poderosa de autoexpresión política: no votar. Nada podría enviar un mensaje más claro a los partidos políticos.

El voto tiene que convertirse en un derecho, no un deber. Otra reforma pendiente a la Constitución para fortalecer nuestra democracia en favor de la libertad individual y la prosperidad.

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